EL FIN Y LA AUTODESTRUCCIÓN DEL ESTADO PLURINACIONAL

 

Los hechos de violencia en Llallagua, junto con las acciones desestabilizadoras promovidas por Evo Morales y sus facciones, desde el año 2021, marcan el punto de quiebre definitivo del proyecto del Estado Plurinacional. Esta idea, nacida como una promesa de inclusión, justicia y reestructuración institucional, terminó funcionando como una simple fachada ideológica para legitimar un régimen populista autoritario: el caudillismo de Evo y su plan hegemónico, a partir de la dominación de un partido único en el poder. Sin embargo, con la crisis económica y el hundimiento de la economía del gas, entre 2014 y 2025, se agotaron todas las bases materiales del modelo y también toda su legitimidad social. Lo que queda es un Estado fracturado, sin consenso ni horizonte común para reconstruir la confianza en el sueño de un Estado indígena plurinacional.

La figura de un Estado Plurinacional fue insertada en la Constitución de 2009 y concebida como una supuesta transformación estatal, con el reconocimiento de las naciones indígenas originarias, la descolonización cultural y social, junto a una redistribución simbólica y material del poder. En los hechos, estas perspectivas jamás fueron implementadas plenamente, sino que, más bien, fueron instrumentalizadas con fines políticos.

Bajo el liderazgo de Evo Morales y el MAS, el proyecto plurinacional se convirtió en una retórica del populismo autoritario. Esto se manifiesta en el uso del aparato estatal para concentrar poder, desinstitucionalizar la democracia y perseguir a los opositores, mientras se mantenía, al mismo tiempo, un discurso de justicia social y reconocimiento indígena. El Estado Plurinacional nunca tuvo un correlato institucional con el ejercicio del poder indígena, todo lo contrario. Hubo cooptación y clientelismo con los sindicatos campesinos, las centrales indígenas y los movimientos sociales. La experiencia del Fondo Indígena entre 2005 y 2014, muestra un desastre económico con el probable desfalcó entre 182 y 400 millones de dólares. La caída libre estuvo teñida de algo muy elemental: mentiras y una obsesión desquiciada de Evo al suponer que siempre estaba en campaña electoral. La gota que derramó el vaso fue otro delito: violación y trata de personas con menores de edad. Evo pasará a la historia como un agresor sexual, una imagen odiosa que se ubica en las antípodas del Estado Plurinacional.

 El sabotaje de Evo Morales: ¿terrorismo o conflicto político?

         En junio de 2025, los hechos de violencia en Llallagua y Parotani, están vinculados a una escalada de conflictos internos dentro del MAS, donde los sectores extremistas, alineados con Evo Morales, han recurrido a la violencia para disputar el control político y territorial, forzando el reconocimiento de una candidatura presidencial de Evo, totalmente inconstitucional y suicida. La violencia colinda con el terrorismo que, desde una perspectiva analítica, puede entenderse como expresión de descomposición política y autoritarismo enraizado en facciones. Esta lógica divisionista de facciones y grupos de campesinos radicalizados, han desfigurado la ideología y perspectivas tolerantes de la figura de Estado Plurinacional, erosionándolo desde adentro, porque rompe el pacto institucional, genera miedo social y evidencia la incapacidad del Estado para controlar a sus propios actores políticos, campesinos e indígenas que supuestamente eran un baluarte para la democracia.

 El colapso económico y el fin del Estado Plurinacional

         El modelo económico del MAS, basado en la nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de la renta gasífera, sostuvo una década de bonanza artificial (2006-2014). Pero desde entonces, con la caída de precios, la falta de inversión, exploración y el uso político de los excedentes, el modelo colapsó.

Hoy Bolivia enfrenta una severa escasez de divisas, déficit fiscal crónico y dependencia del endeudamiento. En ese contexto, el Estado Plurinacional perdió, no solamente legitimidad política, sino también capacidad económica para sostener su propio aparato redistributivo y simbólico.

Decir que ha llegado “el fin del Estado Plurinacional” no significa necesariamente que la Constitución haya sido derogada, sino que ese proyecto histórico fracasó en la práctica: la violencia interna, el autoritarismo de facciones, el caudillismo de Evo para romper la Constitución con su candidatura ilegal y el colapso de legitimidad indianista, muestran que el pacto social del Estado Plurinacional se rompió. En el fondo, el Estado Plurinacional nunca existió, sino que fue una etiqueta vacía, instrumentalizada por un régimen populista que terminó asfixiando sus propias bases políticas, materiales e institucionales.


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