Esta es otra entrevista que le hice a René
Antonio Mayorga, que en paz descanse. Fue publicada en el suplemento Ventana del periódico La Razón, 1994. Mayorga hizo una
evaluación de los primeros seis meses del gobierno del entonces presidente
Gonzalo Sánchez de Lozada. Cuánto han cambiado las cosas desde entonces; sin
embargo, queda este diálogo para la historia de las ideas y de algunos procesos
políticos en Bolivia. Mayorga fue un analista político de claridad meridiana y
con un estilo de escritura directo, elegante y con una profundidad
sencillamente impresionante. Paz en tu tumba René Antonio.
Este tipo de apreciaciones, se asemejan más a puntos de vista obnubilados por la victoria electoral del MNR después de las elecciones presidenciales y municipales de 1993, que a opiniones cautas y relativizadas respecto del desarrollo político por el cual atraviesa nuestro sistema democrático.
Introduzcámonos, pues, en los entresijos del funcionamiento político de este partido y analicemos el problema de la hegemonía, objeto que se convierte en un incordio, al cual la ciencia política se acerca con los instrumentos de la prudencia y la aproximación hacia la objetividad.
Proyecto hegemónico vs. proyecto integrador
¿El MNR posee un proyecto hegemónico?
R.- A mi entender, el MNR y su alianza de gobernabilidad después del triunfo electoral, se convirtieron en un centro articulador de la política boliviana. Esto fue un resultado "lógico" de todo el proceso electoral que acaeció en junio del 93.
La alianza MNR-MRTKL consiguió un 36 por ciento, de manera que, en relación a la votación de los partidos restantes, era lógico y bastante coherente pensar que toda la política de alianzas y negociaciones para controlar la mayoría parlamentaria -solidificando las condiciones de un gobierno eficaz- tenía que girar alrededor del MNR.
De cualquier manera, no sé si se puede hablar con seguridad de la existencia de un “plan hegemónico” a partir del Plan de Todos que funciona como un proyecto de gobierno; se trata más bien, de un “plan integrador”, no solamente de temas y demandas políticas y sociales, sino también de fuerzas.
Este plan integrador, creo que fue pensado por el MNR con bastante ímpetu y ambición. La expresión más clara de esto es la incorporación de Víctor Hugo Cárdenas a la alianza electoral.
Ahora bien, una vez tomadas las riendas del gobierno, la alianza siguió confiando en su plan articulador, lo cual se demuestra a nivel del personal burocrático-estatal que ha sido reclutado para la administración de Sánchez de Lozada, donde vemos una suerte de “tutifruti”, debido a la mezcolanza bastante heterogénea de este personal. Curiosamente se pueden encontrar funcionarios que tuvieron o todavía tienen que ver con tendencias comunistas obsoletas, pasando por socialistas dubitativos y llegando, inclusive, hasta indianistas recalcitrantes que quisieran volver al ayllu, como el caso de Javier Medina.
Estos funcionarios ocupan cargos importantes a nivel de las secretarías y subsecretarías de Estado, después de la reestructuración del Poder Ejecutivo; sobre todo, en el Ministerio de Desarrollo Humano.
En consecuencia, no existe ni se puede hablar de un proyecto hegemónico diseñado por el MNR y su coalición de gobernabilidad, en el sentido gramsciano de querer desarrollar e implantar un modelo predominante de reestructuración absoluta de la sociedad y el Estado, a largo plazo.
A lo mucho se puede hablar de ciertos atisbos e indicios, mediante los cuales este gobierno pretende convertirse en el centro umbilical que articula las demandas y temas centrales que adquieren efervescencia en la política contemporánea de nuestro país; esto sí se puede encontrar a nivel económico, tratando de introducir mayor dinamismo y competitividad en el aparato productivo, algo que es necesario para la capitalización; a nivel político, se pretende modernizar las instancias claves para el funcionamiento del Estado; finalmente, a nivel cultural, se busca la reforma educativa, integrando las demandas kataristas al nuevo proyecto gubernamental.
Tampoco se puede hablar de un proyecto hegemónico como proyecto de un solo partido, es decir, como proyecto del MNR, tomando como punto central de comparación lo que ha llegado a ser el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México.
La teoría del partido predominante en la escena política, permite afirmar que una fuerza partidaria puede imponer, por la vía estatal, un proyecto político de dominación con fuertes ribetes verticalistas. El Plan de Todos no es un plan coherente y suficientemente consistente en todos los flancos de su estructura, por lo que está fuera de lugar hablar del MNR como si se tratara del PRI; ni siquiera podemos ver, a estas alturas, que el plan de gobierno del MNR pueda funcionar con eficacia y efectividad; entonces, mucho menos podemos afirmar que dicho plan se ha convertido en un programa hegemónico para el futuro mediato.
Astucia política en las elecciones municipales
Ahora, tomemos como datos empíricos los resultados de las elecciones municipales en diciembre del año pasado, cuando el MNR obtuvo nuevamente la primera mayoría nacional, incorporando nuevos liderazgos locales y municipales; ¿acaso estos hechos no son pretensiones hegemónicas?
R.- Los resultados electorales de las elecciones municipales, efectivamente muestran al MNR como un partido más fortalecido en relación a los cómputos logrados para las elecciones presidenciales.
En las capitales de departamento, el MNR logra obtener 46 concejalías, a nivel nacional alcanza 391.029 votos, imponiéndose con la victoria en ocho capitales de departamento. Puesto que emitieron su voto, aproximadamente 1,18 millones de ciudadanos, se puede afirmar que el MNR pudo saltar de alegría al concentrar semejante caudal de preferencias.
De
cualquier manera, hay que relativizar una comparación entre una elección
municipal y otra presidencial, porque ambos eventos electorales tienen
connotaciones muy distintas en sus temáticas, carácter y motivaciones del
electorado para dar su voto por uno u otro candidato. Toda comparación debe hacerse cuidadosamente
y no hacer juegos de pirotecnia para adelantarse a los hechos.
Es evidente también cómo el MNR pudo echar mano de liderazgos locales y candidatos independientes o sin militancia movimientista como Manfred Reyes Villa, Julio Mantilla, Germán Gutiérrez o Percy Fernández. Sin embargo, el aumento de la votación por parte de la coalición de gobierno se debe, en mi criterio, a la astucia política que ha tenido ésta para poder incorporar en la campaña electoral a personajes descollantes que gozaban de cierto arrastre político propio en cada uno de sus respectivos dominios.
Lo propio se puede afirmar analizando a los candidatos, es decir, tuvo mucho que ver la astucia y sagacidad electoral de éstos, para aprovechar una situación en la que otros partidos aparecían con menores posibilidades de victoria, dada su mala actuación en las elecciones de junio del 93, como es el caso del MIR, ADN y UCS.
Empero, no creo que este panorama refleje un intento antidemocrático que posea el MNR para controlar todos los espacios de poder a como dé lugar, fruto de alucinaciones hegemónicas que pudiera tener este partido, tanto a nivel estatal, como a nivel urbano-municipal. Afirmar esto sin problematizarlo y sin desmenuzar sus matices, sería un exceso.
Debilidad constructiva y capacidad de rendimiento
¿La incapacidad del gobierno para poner en marcha su propio plan y la inexistencia de un proyecto hegemónico, daría lugar nuevamente al fenómeno de la “debilidad constructiva”, que Ud. analizó cuando explicaba los acontecimientos políticos del período 1978-1980?
R.- En primer lugar, puedo decir que el MNR, a consecuencia del caudal electoral logrado en junio del 93, demostró una alta capacidad para formar una alianza, con suficientes instrumentos políticos como para asegurar un proceso de gobernabilidad seguro. En segundo lugar, se pasa a otra temática cuando se habla de la “capacidad constructiva” del gobierno para poder implantar las reformas previstas en el Plan de Todos y, en este campo, es obvio que el MNR adolece de serias fallas que lo hacen ver como incapaz e ineficiente.
La fuerza que tiene la coalición a nivel parlamentario no se ha traducido en una fuerza de gobierno, es decir, en cierta capacidad de decisión dentro del marco de un tiempo apropiado, porque se constata una lentitud impresionante.
Además, la capacidad de rendimiento gubernamental, al parecer, ha sido fuertemente afectada por la propia reestructuración del Poder Ejecutivo. En un momento se pensaba que aquella reestructuración iba a introducir una mayor coordinación y racionalización para la toma de decisiones; por lo visto, la concentración del poder ha sido tal, que no han aumentado los niveles de coherencia, eficacia y efectividad porque tres ministerios clave se han atragantado con el poder acumulado en sus manos, sin poder delegar, al parecer, funciones a los secretarios y subsecretarios; es más, inclusive el propio Presidente, debido a su fuerte autoridad política dentro del gabinete, concentra todas las atribuciones, no pudiendo desenvolver una actuación sólida, justamente por exceso.
No hay una debilidad constructiva similar a la aparecida en 1978; en todo caso, la administración de Sánchez de Lozada ha empezado a dar una clara señal de alerta: la “deslegitimación por rendimiento”.
El concepto gramsciano: “debilidad constructiva”, lo había aplicado a un análisis de la capacidad de veto que tenía el poder sindical durante décadas para oponerse a los gobiernos militares y al gobierno del MNR después del 1956; sin embargo, esa capacidad de generar una fuerte y radical oposición no estaba sustentada en un potencial constructivo, porque existía la ausencia de un pacto de dominación apoyado en la hegemonía y el consenso.
Durante aquella época, se apreciaba una falta de alternativas políticas consistentes, sea democrático-representativa, democrático-popular o socialista, y una enorme fragmentación política de las fuerzas sociales y de los partidos de entonces; en suma, en el período 1978-1980, el país sufría un vacío político que implicaba una crisis de hegemonía, y daba lugar a la irrupción desesperada de las fuerzas armadas en el sistema político y en el control del aparato estatal como la única respuesta posible de los actores políticos dominantes al problema de la crisis estatal, incubada desde el desmoronamiento del MNR y del sueño de la revolución nacional en 1964.
Este análisis no se puede volver a aplicar al gobierno actual del MNR porque las condiciones del desarrollo político son totalmente diferentes. Repito una vez más, en Bolivia no se puede hablar de la hegemonía de un partido único como el histórico caso del PRI desde hace más de 60 años, ni tampoco hay la hegemonía de un colosal proyecto estatal y gubernamental de la coalición que se encuentra en el poder.
¿Cuáles serían las condiciones para que surja la probabilidad de un proyecto hegemónico?
R.- Ante todo, se debe afirmar que el sistema de partidos vigente en nuestro país, es un sistema de mayorías relativas. No debemos olvidar que el 36 por ciento logrado por el MNR en las elecciones presidenciales es, indiscutiblemente, una mayoría relativa y volátil; por lo tanto, es un sistema que no tiende a producir la hegemonía política de un partido; ni siquiera de una coalición de partidos.
Los pactos de gobernabilidad son muy volubles y se disuelven fácilmente cuando terminan los períodos presidenciales como, por ejemplo: el Acuerdo Patriótico, el Pacto por la Democracia y, lo mismo puede suceder con la coalición gubernamental actual, dadas las características tan heterogéneas de la misma.
La única hegemonía que existe, si es que hay alguna, es la de un modelo político de democracia liberal y la de un modelo de economía de mercado; estos dos paradigmas se hipostasian, no sólo en Bolivia, sino también en todo el continente y en gran parte del mundo. Paradigmas en torno a los cuales se articulan la mayoría de los partidos bolivianos, exceptuando CONDEPA.
La posibilidad de que el Plan de Todos se convierta en un proyecto hegemónico, depende de que la sociedad misma lo asuma como tal. Que la mayoría de los actores sociales y políticos lo legitime persistentemente, como un proyecto predominante que dirige al país hacia objetivos claramente percibidos por todos. Si el plan del MNR tuviera éxito y una plausible aceptabilidad, entonces, de aquí a cuatro años, quizás podríamos decir que Bolivia optó por un proyecto hegemónico por otro período democrático más. Pero esto, ya es dejarse llevar por la corriente de la ficción.
Sánchez de Lozada en octubre de 2003, cuando renunció de manera vergonzosa; nunca tuvo ideas claras para influir positivamente en la historia de Bolivia, fracasó y huyó. Tampoco entendió jamás lo que significaba tener un proyecto hegemónico de partido. En el fondo, despreciaba a su partido el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y su partido tuvo que sufrir su liderazgo que acabó hundiéndose como una veleta ordinaria.
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