No se
trata de un aniversario porque no hay nada que celebrar. Hace exactamente
sesenta años, el mundo estuvo ante la amenaza de una guerra nuclear debido a la
crisis de los misiles instalados por la ex Unión Soviética en la isla de Cuba
en octubre de 1962. Como era de esperarse en medio de la Guerra Fría, los
Estados Unidos iniciaron, en aquella época, una serie de negociaciones
presentando un ultimátum que, eventualmente, podía generar un conflicto bélico
de consecuencias universales. En riesgo estaban alrededor de 200 millones de
seres humanos. Los misiles podrían llegar tranquilamente a Washington D.C. y
desde los arsenales militares de Turquía, Moscú también estaba al borde de su
completa destrucción.
La Unión
Soviética planteó exigencias geopolíticas que debían ser tomadas en cuenta de
inmediato. Por fortuna, John Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev
resolvieron el conflicto en 13 días, incluyendo un tratado que limitó los
ensayos nucleares en julio de 1963. El mundo se salvó hasta 1991 cuando desapareció
la Unión Soviética.
Hoy día en
octubre de 2022, todos volvemos a estar en vilo por la guerra entre Ucrania y
Rusia (ex Unión Soviética). Hasta el momento, la invasión de Vladimir Putin
fracasó. Sus acciones militares desde febrero no lograron doblegar a Kiev, ni
tampoco conseguir la legitimidad incondicional de los separatistas en la región
de Donbás. Asimismo, la resistencia en Ucrania, sumada al apoyo directo de la
Organización del Atlántico Norte (OTAN) y los Estados Unidos, han puesto a
Putin contra la pared. Ahora está en juego su permanencia en el poder y la
continuación de su régimen autoritario necesita, al interior de Rusia, victorias
militares contundentes.
En su
mensaje televisado el 21 de septiembre de 2022, Putin dijo que va a reclutar
300 mil nuevos soldados. Inmediatamente, las protestas estallaron y miles de
jóvenes rusos entre 18 y 25 años, prácticamente huyeron hacia Polonia, Rumania,
Kazakstán, en realidad, donde podían. La crisis política en Rusia está
convirtiéndose, cada vez más, en una dictadura interna, haciendo que Putin
afirme que se van a utilizar “todos los medios” para defender el territorio
ruso y, desde la invasión en febrero, fue la primera vez que utilizó la expresión:
“chantaje nuclear de Occidente”. La probabilidad de un conflicto nuclear es
inminente.
La
alternativa de utilizar armas nucleares tendría como primer objetivo destruir
Ucrania por completo para imponer una victoria definitiva. El segundo objetivo es
obligar a que la OTAN desista, a un elevado costo humano, de sus propósitos
expansionistas y de cualquier incursión militar con la anuencia de los Estados
Unidos.
La
imposibilidad de una victoria en Ucrania ha hecho que Rusia empiece a dudar
sobre la futura estabilidad política a la cabeza de Putin. Y el probable fin de
su presidencia, está haciendo que cualquier negociación diplomática y acuerdos
militares entre Rusia, la OTAN y Estados Unidos sean con carácter personalista.
Putin busca involucrarse en todo, inclusive por encima de sus generales. Lo más
destacable es que se siente traicionado por los Estados Unidos, no solamente
porque el líder ruso pensó tomar el control de Kiev en un mes, sino también
porque las tensiones aumentaron con la incorporación de Finlandia y Suecia a la
OTAN, prevista hasta diciembre de 2022. El avance militar europeo es,
verdaderamente, la amenaza más directa para el fin del liderazgo político de
Putin.
Las
probabilidades de negociación con Putin por el momento están rotas. Los Estados
Unidos, el presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky y la OTAN, ahora quieren
aprovechar la incertidumbre para profundizar la crisis política en Rusia y se
han inclinado, de forma peligrosa, hacia el uso de medidas más drásticas. Así
se generan circunstancias extremas que, lamentablemente, replantean la
intimidación con el uso de armas nucleares o los daños en las plantas nucleares
de Ucrania, que viene a representar el mismo riesgo fatal para la humanidad.
Según el laboratorio sobre escenarios en una guerra nuclear de la Universidad
de Princeton, estarían en juego, aproximadamente, 85 millones de vidas entre
Rusia, toda Europa y Estados Unidos.
Por el
momento hay un desbalance estratégico donde Rusia será la más perjudicada, Una
probable solución está en una respuesta escalonada para eliminar los riesgos de
un desastre nuclear: el retiro ruso de Ucrania, el fin del expansionismo de la
OTAN y el alejamiento de los Estados Unidos como socio europeo. El escenario
irracional es pensar que la confrontación nuclear sea viable, dada la
superioridad militar de la OTAN y Estados Unidos. Asimismo, la anexión rusa de
cuatro regiones en Ucrania es una invitación a la destrucción masiva.
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