LA UNIVERSIDAD SIN MIEDO A LA CALIDAD


Los sistemas educativos están cambiando en todo el mundo. No solamente por el impacto profundo que tuvo el Covid-19 sobre el desempeño de las escuelas y universidades, sino también porque para la recuperación económica, la mayor parte de los gobiernos y las grandes corporaciones, están mirando, una vez más, hacia las soluciones que podrían ofrecer la tecnología y la economía de los conocimientos sobre el rediseño de una serie de ámbitos en la vida diaria, la organización de las empresas y la protección del medio ambiente. La universidad vuelve a estar en el centro de los debates porque tiene mucho que ofrecer. Al menos esto es lo que sucede en varios países de Europa occidental, Asia y Estados Unidos.

La estructura universitaria en Estados Unidos es muy diversa en términos de instituciones para la profesionalización, la investigación, el desarrollo del arte, la preparación técnica y el prestigio de un conjunto de centros de enseñanza que están en permanente competencia. Todo en función de lograr innovación e identificar nuevas formas para transmitir el conocimiento científico.

Las más renombradas universidades privadas tienen un consejo de administración de alto nivel y con conexiones hacia diferentes fuentes de financiamiento y estrategias de negocio. Las universidades públicas descansan en la tradición histórica de enseñar a los estudiantes cómo aprender a aprender, dentro de un proceso que durará toda la vida. Este es el basamento que sustenta la constante investigación, el análisis de diferentes teorías, puntos de vista, posiciones políticas y enfoques que se transmiten en medio de una variedad de procesos educativos.

Al mismo tiempo, es la forma de administración que tienen las universidades uno de los elementos centrales para el éxito. El conocimiento experto y la sólida formación de aquellos que dirigen, marca la diferencia sobre las visiones de largo plazo y las ambiciones que mueven los resultados, pensados para alcanzar la excelencia. Los consejos de administración gozan de autonomía de gestión y en una buena parte de los casos, como en Yale, Duke, Harvard, la Universidad de California o State University of New York (SUNY), se constituyen grupos corporativos de asesoramiento a los rectores para tomar las decisiones más importantes, junto con una planificación de largo aliento. Es una lógica de arriba hacia abajo, pero con la mirada puesta en el mejoramiento permanente y la futura formación de élites dirigentes.

La planificación estratégica se materializa implementando programas de seguimiento al desempeño académico de los estudiantes, la protección de su salud mental, su inserción laboral y la capacitación pedagógica para los profesores, sobre todo haciendo un énfasis en el respeto a sus habilidades de investigación y la libertad de cátedra. A los ambiciosos estándares de enseñanza, se une la selección cuidadosa de docentes con las mejores credenciales. Como en las grandes empresas, se puede confiar en el criterio técnico, profesional y científico de los mejores tecnócratas y académicos que, eventualmente, van a estar a la altura de las exigencias para conseguir premios Nobel y otros reconocimientos internacionales.

La trayectoria y el prestigio consolidado en la enseñanza, no pueden separarse de la cooperación entre la investigación y las ofertas de postgrado que abarcan los programas de maestría y doctorado. En los Estados Unidos, la estructura de postgrado es la que da vitalidad para la excelencia en los estudios de pregrado, donde los jóvenes se benefician de profesores brillantes y futuros académicos con diferentes tesis doctorales que se inician en la enseñanza, justamente con la esperanza de que muchos estudiantes de postgrado se conviertan, posteriormente, en renombradas figuras.

Si bien las decisiones, en muchas circunstancias, vienen de arriba hacia abajo, es la dinámica de los grupos corporativos de gran calidad y reputación comprobada, aquellos que reducen la arbitrariedad sindical. Todos se comprometen con el desarrollo de un trabajo que permita implementar la excelencia en la producción de conocimientos y en la transmisión de habilidades para pensar soluciones sobre los problemas más complejos. A esto se agrega la premeditada política para internacionalizar las universidades y cultivar la diversidad socio-cultural y global. Los académicos y estudiantes reciben constantemente a otros profesores y alumnos de casi todo el mundo.

Las brechas entre las universidades de Estados Unidos, América Latina y Bolivia son abismales. En nuestro país, nos toca experimentar banalidades relacionadas con la sorpresa de tener profesores sin título académico, o lidiar con rectores y decanos que plagiaron sus tesis de postgrado. Se trata de gritar más fuerte o fingir la revolución. La universidad boliviana es, por demás, mediocre y rezagada en relación con las mejores universidades de América Latina y los Estados Unidos. La enseñanza no solamente es repetitiva, sino improvisada y de calidad profesional dudosa. El mundo, sin embargo, marcha hacia un horizonte donde las universidades de investigación y la generación de conocimiento científico, son la ilusión más esperanzadora para lograr verdaderos cambios.

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