LA ELECCIÓN RACIONAL COMO EGOÍSMO PERMANENTE

 


Todos nos movemos según cálculos racionales; por lo tanto, el egoísmo sería una actitud y racionalidad profunda, tanto en la política como en la vida cotidiana. De nada sirve insistir en tener una cara solidaria, cuando probablemente sólo pensamos en nuestro máximo bienestar personal. Una teoría muy importante para explicar el egoísmo calculador es la elección racional (rational choice) donde el centro de atención está colocado en la necesidad de encontrar una explicación “agregada” de las conductas individuales. En este perfil teórico, la conducta humana está regida por objetivos y cálculos.

Según sus intereses, los individuos evalúan cuáles serán los futuros cursos de acción de acuerdo con una consideración de pros y contras, costo-beneficio y la relación entre medios y fines. En medio se encuentran las creencias, de tal forma que los objetivos buscados por los individuos responden también a dichas creencias que los lleva a alcanzar diferentes objetivos, calculando al mismo tiempo cuáles serían las pérdidas y cuáles los beneficios.

La maximización del beneficio guiaría la conducta del actor y, por lo tanto, la variable egoísmo (intereses privados) es uno de los ejes centrales; sin embargo, se tiende a simplificar la conducta social utilizando solamente el marco analítico de los medios y fines de la acción. La noción de creencias y fines buscados da como resultado una teoría que agrega la conducta, explicando los resultados sociales a partir de cálculos racionales.

Si se busca un determinado fin y una meta ¿realmente la gente es lo suficientemente racional como para saber siempre lo que quiere, o es la búsqueda en sí misma lo que da sentido a la existencia social de muchos actores que creen comportarse racionalmente? Las normas sociales y la construcción social de la cultura es un escenario adicional que está por detrás de la conducta social y, de esta manera, la ciencia política puede analizar la racionalidad del sistema social o del contexto socio-histórico que afecta la conducta individual.

La noción de “utilidad” es lo que, en este caso, mide la conducta y la elección racional que buscan los actores individuales. Además, esta teoría ha incluido las comparaciones interpersonales de utilidad, analizando los problemas de probabilidad que alguien escoja una u otra alternativa para satisfacer dicha utilidad.

Esta perspectiva es capaz de formular generalizaciones, puesto que también plantea variables de riesgo e incertidumbre. Por lo tanto, la teoría de la elección racional se conecta con la teoría de juegos, el momento en que la elección racional de un individuo depende o se conecta con la elección de otros individuos llegando a conformar una “racionalidad estratégica”. La retribución o beneficio de un individuo depende de las elecciones o decisiones de otros; la dinámica social se convierte en una especie de apuesta donde cada actor calcula según lo que podría significar la reacción del otro que también espera recibir cierta ganancia: las probabilidades descansan en los resultados de ganar o perder. Algunos ejemplos pueden ser los juegos de suma cero y no suma cero que favorecen la cooperación en medio de la competencia.

Esta teoría es capaz de explicar el comportamiento electoral en las sociedades de masas; las tendencias a la cooperación o la discordia en situaciones de negociación en los sistemas de relaciones internacionales; así como la pugna de intereses durante la implementación de alguna política pública como la asignación de servicios de agua, transporte, vivienda, educación, salud, etc.

La teoría de la acción colectiva, basada en las ideas del cientista político Mancur Olson, expresa la continuidad de las concepciones sobre la racionalidad de la vida social y de los individuos; sin embargo, explica con mucho escepticismo el choque entre los intereses individuales y la búsqueda de intereses o bienes colectivos que no necesariamente son satisfechos, pues las conductas individuales darán por sentado que el costo a pagar por la obtención de bienes públicos es alto en comparación con la satisfacción individual de sus intereses. En consecuencia, los efectos son contradictorios por la aparición de “free riders” (aprovechadores de todo momento) que tratarán de dispersar los costos en otros actores, de tal manera que solamente la coerción o la amenaza de la fuerza motivarían la acción colectiva.

Las investigaciones sobre los movimientos sociales, el funcionamiento de las organizaciones corporativas y las relaciones entre diversos sindicatos y el Estado, se beneficiarían bastante de la teoría de la acción racional. Sin embargo, también hay algunos problemas metodológicos porque para el logro del bienestar y el acceso a bienes colectivos en el entramado social, surgen varios aspectos relacionados con la moral, la escala de valores y el sentido de compromiso, reciprocidad y justicia de múltiples personas que no necesariamente se liga con el cálculo racional e individualista de los actores fragmentados. Una serie de programas de solidaridad, lucha contra la pobreza y crédito rotatorio en poblaciones de escasos recursos, muestran que la posición individual tiende a opacarse.

La teoría de la elección racional es una forma de entender las posiciones de cualquier persona donde el realismo sale a la luz con toda intensidad. Este realismo implica sopesar con cuidado los discursos políticos porque las élites y contra-élites tratan de vender a la sociedad las caritas de ángel y una vida pacífica en democracia que dista mucho de la vida real. En la elección racional, los lobos con disfraz de cordero fueron reemplazados por los líderes e individuos bien educados, casi perfectos que, justamente por su alta formación, actúan como fieras hambrientas por chupar el máximo beneficio igualándose a cualquier otro actor que sobrevive en los conflictos diarios, sabiendo que los más fuertes y los más débiles están condenados a despedazarse en el teatro del mercado y la modernidad.

 

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