LA UNIVERSIDAD Y SUS OBJETOS DE DESEO: CALIDAD, MERCANTILIZACIÓN Y ADAPTACIÓN AL SIGLO XXI-ENTREVISTA EN LOS TIEMPOS: “LA UNIVERSIDAD ENTRÓ EN UN PROCESO DE MERCANTILIZACIÓN”
Los sistemas educativos están cambiando en todo el mundo. No solamente por el impacto profundo que tuvo el Covid-19 sobre el desempeño de las escuelas y universidades, sino también porque para la recuperación económica, la mayor parte de los gobiernos y las grandes corporaciones, están mirando, una vez más, hacia las soluciones que podrían ofrecer la tecnología y la economía de los conocimientos sobre el rediseño de una serie de ámbitos en la vida diaria, en la organización de las empresas y en la protección del medio ambiente.
Se busca intensamente información de gran calidad, conocimientos aplicados a la solución de problemas complejos y, por lo tanto, las universidades vuelven a estar en el centro de los debates porque tienen mucho que ofrecer. Al menos esto es lo que sucede en varios países de Europa occidental, Asia y Estados Unidos.
América Latina no está desconectada de los cambios que requieren las universidades en el siglo XXI, y tampoco Bolivia, que está buscando los rumbos de diferentes estándares de calidad, así como también está articulando diferentes equilibrios que se mueven entre la mercantilización y el siempre masivo ingreso de múltiples generaciones jóvenes, que insuflan las aulas universitarias con sus ilusiones de profesionalización y pragmatismo en el aprendizaje.
De los retos a los problemas y viceversa
Las exigencias, currículum y los procesos de aprendizaje en las aulas universitarias están cambiando rápidamente, pues se ha pasado de una profunda relación entre las universidades y el activismo político que impulsaban la organización de carreras concentradas en disciplinas específicas o especialidades determinadas, hacia otro tipo de estructuras donde la acreditación y la adquisición masiva de títulos es algo fundamental, ligado a los estudios multidisciplinarios, al conocimiento aplicado a la realidad y la educación orientada hacia metas concretas que demandan los mercados de trabajo. Al mismo tiempo, es notoria la manera en que el sistema universitario en Bolivia entró en un proceso acelerado de mercantilización de la educación superior hacia finales de los años ochenta. Desde 1987, el número de universidades se ha quintuplicado, llegando a 54 con resolución ministerial.
A pesar de que el Estado mantiene una elevada subvención de la educación superior en nueve universidades públicas, se ha generado un “mercado” que es bastante amplio y competitivo. Asimismo, no por el hecho de existir un buen financiamiento estatal, la universidad pública tiene una oferta de calidad. Todo lo contrario, las universidades públicas en Bolivia enfrentan una crisis sin precedentes, caracterizada por la ausencia de investigación de punta y por el pragmatismo de docentes y estudiantes que enseñan y aprenden lo mínimo, con tal de ganar un título lo más rápido posible.
El Ministerio de Educación rara vez ha establecido las condiciones para la regulación de la calidad, y tampoco ha identificado cuál es la solidez de la institucionalidad en las universidades privadas. El sistema universitario es variado y con una diversidad muy grande en cuanto a ofertas de carreras y duración de los estudios bastante flexible, lo cual ha significado un efecto inmediato: la masificación de la matriculación, orientada, sobre todo, hacia las carreras para el egreso de profesionales en masa.
En consecuencia, la educación superior en Bolivia está muy lejos de las experiencias de un culto a la ciencia en los países industrializados. En el mundo occidental de Europa y Estados Unidos, las universidades del siglo XXI son, sobre todo, universidades de investigación; es decir, son organizaciones donde se promueve la vinculación entre la investigación, desarrollo socio-económico e impacto del conocimiento científico en el cambio social.
El enfoque excesivamente profesionalizante en Bolivia (carreras tradicionales como Derecho, Medicina, Ingenierías o áreas técnicas) está desregulado en la mayoría de las universidades, lo cual ha hecho que la “fábrica de títulos” esté muy distante de lo que requiere el mercado laboral. Varias universidades públicas y privadas están desconectadas de lo que requiere la economía de los conocimientos y la riqueza de la competitividad en el siglo XXI.
Las universidades más renombradas del siglo XXI como Yale, Harvard, Oxford, Cambridge o la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, están vinculadas a la investigación científica, la innovación tecnológica y también al reclutamiento de los mejores recursos humanos. No están orientadas, necesariamente, hacia la formación de profesionales, sino hacia una visión de alta calidad y cultivo del talento competitivo, vinculado con sectores estratégicos de las economías industrializadas y la formación de élites del poder.
En las universidades bolivianas, uno de los principales obstáculos y problemas, radica en la ausencia de una “carrera académica”. Ninguna universidad privada, teniendo la posibilidad, va a destacar en el QS Ranking Mundial de Universidades porque hoy día, en el siglo XXI, casi todas las instituciones de educación superior en Bolivia tienen un perfil estrictamente comercial; es decir, buscan ganar más dinero en el tiempo más corto y tener un rédito inmediato ofreciendo una profesionalización rápida y corta.
En Bolivia, muchas veces no se sabe qué tipo de docentes están impartiendo la enseñanza, ni tampoco qué exigencias de calidad toman en cuenta las universidades. En la mayoría de los casos, no existe una política específica de calidad en la formación científica, pues solamente se tiene una estrategia para la rentabilidad veloz. Por esta razón, las universidades se masifican y en la gran mayoría de instituciones privadas de educación superior, no hay exámenes de ingreso.
En la universidad boliviana pública o privada, otro aspecto central es la ausencia de requisitos académico-científicos importantes para la entrega del título. Las condiciones de titulación se han flexibilizado demasiado y no se requiere un marco de competencias de alto nivel entre los estudiantes para conseguir su diploma. Asimismo, las universidades privadas son una especie de prolongación de la educación otorgada en los colegios privados. Aquí también hay muy poca regulación, no hay indicadores de calidad, competitividad, ni carrera docente sustentada en la innovación pedagógica. Esta situación no permite evaluar y entender a las universidades como un conjunto de instituciones atractivas que promuevan la formación de recursos humanos de alto nivel y prestigio institucionalizado.
En muchas circunstancias, se puede observar que el marketing de las universidades privadas suele ofrecer “titulación internacional”, “convenios de intercambio académico” o “diplomas en el marco de la Comunidad Andina de Naciones”. Sin embargo, no todo es cierto porque ninguna titulación puede ser internacional. Cualquier título tiene que ser homologado en el país donde uno quiere migrar y cumplir con innumerables regulaciones estatales. Lo que ofrecen las universidades privadas, son simplemente algunos convenios coyunturales con universidades extranjeras para el intercambio de profesores por periodos de tiempo breves. Si un diploma tiene el sello de alguna universidad extranjera, es simplemente eso, un nombre y un sello que no acredita el ejercicio profesional en otro país. Esto es improbable.
Una cuantiosa inversión en investigación científica es un lujo para el sistema universitario. Ninguna universidad privada boliviana, por ejemplo, ha patentado absolutamente nada desde que, en 1987, irrumpieron en el mercado. Nadie invierte de manera real en la investigación científica o en el descubrimiento de procedimientos tecnológico-científicos de reputación internacional. Como resultado, ninguna universidad privada desarrolla innovación, tanto en la enseñanza, como en el perfeccionamiento de sus carreras y la actualización de sus currículos para impactar de manera más efectiva en la formación de los estudiantes. No puede haber innovación sin investigación y viceversa. Por lo tanto, los currículums son una especie de repetición o copia de otros países, o simplemente imitación de los currículums de las universidades públicas.
La formación sigue siendo, en múltiples casos, repetitiva, igual que en las escuelas de secundaria. Por lo tanto, las ilusiones de una profesionalización se congelan, precisamente, en las carreras tradicionales de Derecho, Medicina, ingenierías, etc., sin transformar, científica o metodológicamente, nada. Se repiten conceptos, teorías o procedimientos, sin existir la posibilidad de tener centros de investigación respetables y con prestigio en el ámbito nacional o internacional.
Al no haber una carrera académica seria, al no existir inversión de largo plazo en la investigación científica y al jugar demasiado con la mercantilización de las carreras profesionales cortas, tampoco se puede pedir que los catedráticos tengan un buen salario. Muchos docentes dicen que enseñan “por prestigio”, pero, en el fondo, se contrata profesionales que no tienen un alto nivel de calidad. La expresión “por prestigio”, significa que enseñan a cambio de salarios magros. Esto hace que los docentes en las universidades privadas y públicas, impartan conocimientos superficiales y se adapten a un formalismo burocrático que, muchas veces, sólo sirve para cumplir los requisitos mínimos del currículum.
El atractivo de las universidades extranjeras
En el siglo XXI, el debate sobre la educación superior no puede estar desligado de los procesos de internacionalización y la comparación con lo que sucede en diferentes países. Por ejemplo, la estructura universitaria en Estados Unidos, es muy diversa en términos de instituciones para la profesionalización, la investigación, el desarrollo del arte, la preparación técnica y la reputación de un conjunto de centros de enseñanza que están en permanente competencia. Todo el trabajo se realiza, en función de lograr innovación e identificar nuevas formas para transmitir el conocimiento científico y las tecnologías de punta.
Las más renombradas universidades privadas tienen, además, un consejo de administración de alto nivel y con conexiones hacia diferentes fuentes de financiamiento y estrategias de negocio. Las universidades públicas descansan en la tradición histórica de enseñar a los estudiantes cómo “aprender a aprender”, dentro de un proceso que durará toda la vida. Este es el basamento que sustenta la constante investigación, el análisis de diferentes teorías, puntos de vista, posiciones políticas y enfoques que se transmiten en medio de una variedad de procesos educativos, donde la capacidad de “crear” se impone a la repetición de ideas o la práctica de rutinas para el mero ejercicio profesional de licenciaturas que se han quedado rezagadas.
Al mismo tiempo, es la forma de administración que tienen las universidades, uno de los elementos centrales para el éxito. El “conocimiento experto” y la sólida formación de aquellos que dirigen, marcan la diferencia sobre las visiones de largo plazo y las ambiciones que mueven los resultados, pensados para alcanzar la “excelencia”. Los consejos de administración gozan de autonomía de gestión y, en una buena parte de los casos, como en Yale, Duke, Harvard, la Universidad de California o State University of New York (SUNY), se conforman grupos corporativos de asesoramiento a los rectores para tomar las decisiones más importantes, junto con una planificación de largo aliento. Es una lógica de arriba hacia abajo, pero con la mirada puesta en el mejoramiento permanente y la futura formación de élites dirigentes o clases dominantes.
La planificación estratégica se materializa implementando programas de seguimiento al desempeño académico de los estudiantes, la protección de su salud mental, su inserción laboral y la capacitación pedagógica para los profesores, sobre todo haciendo énfasis en el respeto a sus habilidades de investigación y la libertad de cátedra. A los ambiciosos estándares de enseñanza, se une la selección cuidadosa de docentes con las mejores credenciales.
Como en las grandes empresas, se puede confiar en el criterio técnico, profesional y científico de los mejores tecnócratas y académicos que, eventualmente, van a estar a la altura de las pretensiones para conseguir premios Nobel y otros reconocimientos internacionales. Eso sí, el costo de la educación superior se incrementa y hace que la desigualdad entre clases sociales se agigante, puesto que llegar a la universidad, es un privilegio reservado para los que pueden pagar o endeudarse.
La trayectoria y el prestigio consolidado en la enseñanza, no pueden separarse de la cooperación entre la investigación y las ofertas de postgrado que abarcan los programas de maestría y doctorado. En los Estados Unidos, la estructura de postgrado es la que da vitalidad para la excelencia en los estudios de pregrado, donde los jóvenes se benefician de profesores brillantes y futuros académicos con diferentes tesis doctorales que se inician en la enseñanza, justamente con la esperanza de que muchos estudiantes de postgrado se conviertan, posteriormente, en renombradas figuras docentes.
Si bien las decisiones, en muchas universidades vienen de arriba hacia abajo, es la dinámica de los grupos corporativos de gran calidad y reputación comprobada, aquellos que reducen la arbitrariedad sindical. Todos se comprometen con el desarrollo de un trabajo que permita implementar la excelencia en la producción de conocimientos y en la transmisión de habilidades para pensar soluciones sobre los problemas más apremiantes. A esto se agrega la premeditada política para internacionalizar las universidades y cultivar la diversidad socio-cultural y global. Los académicos y estudiantes reciben constantemente a otros profesores y alumnos de casi todo el mundo.
En el siglo XXI, las brechas entre las universidades de Estados Unidos, Europa y América Latina son abismales. En Bolivia, han aparecido casos en los que tocó experimentar banalidades relacionadas con la sorpresa de tener profesores sin título académico, o lidiar con rectores y decanos que plagiaron sus tesis de postgrado. Muchas veces, se trata de gritar más fuerte o aparentar una revolución política. La universidad boliviana es, por demás, una institución de educación corriente y tradicional, en relación con las mejores universidades de América Latina y los Estados Unidos. La enseñanza no solamente es monótona, sino improvisada y de calidad profesional precaria. El mundo, sin embargo, marcha hacia un horizonte donde las universidades de investigación y la generación de conocimientos científicos, son la ilusión más esperanzadora para lograr verdaderas transformaciones.
Conclusiones
En Bolivia, las universidades están en la necesidad de convertirse en universidades de investigación y asumir los cambios del siglo XXI que, sin necesidad de copiar los modelos de Europa o Estados Unidos, enfrenten los siguientes retos:
1. Financiamiento; las universidades de investigación dependen, en gran medida, de fondos gubernamentales, recursos autosustentables y contratos de investigación. Sin embargo, la reducción de los presupuestos públicos y la competencia por financiamiento privado, ponen en riesgo la estabilidad financiera, afectando la calidad y cantidad de la investigación realizada.
2. Innovación y uso de tecnologías; el avance tecnológico es rápido y las
universidades deben mantenerse al día para no quedarse atrás. Esto incluye el
mejoramiento constante de infraestructuras, la adopción de tecnologías
emergentes y la incorporación de nuevas metodologías de investigación, lo cual
demanda inversiones significativas.
3. Colaboración internacional; en un mundo globalizado, la investigación
interdisciplinaria e internacional, es cada vez más común y necesaria. Las
universidades deben establecer y mantener redes de colaboración globales,
superando barreras geopolíticas, culturales y lingüísticas.
4. Retención y atracción de talento; las universidades compiten con la
industria y otros centros académicos globales para atraer y retener a los
mejores investigadores y académicos. Esto requiere, no sólo ofrecer salarios
competitivos, sino también crear entornos que fomenten la creatividad y la
investigación de alto impacto.
5. Responsabilidad social y relevancia; las universidades de investigación
están bajo creciente presión para demostrar que su trabajo tiene un impacto efectivo
y real en la sociedad. Esto incluye abordar problemas locales y globales como
el cambio climático, la salud pública y las desigualdades sociales, asegurando
que la investigación realizada tenga aplicaciones prácticas que beneficien a la
mayor parte de la sociedad.
6. Ética en la investigación; a medida que avanzan áreas como la inteligencia
artificial, la biotecnología y la ingeniería genética, surgen nuevos desafíos
éticos. Las universidades deben establecer y reforzar políticas que guíen la
conducta ética en la investigación, asegurando la integridad y responsabilidad
en el proceso científico.
7. Acceso abierto y difusión de los conocimientos; el movimiento hacia el
acceso abierto a los resultados de investigación está cambiando la forma en que
se comparten los conocimientos. Las universidades deben adaptarse a estos
nuevos modelos, asegurando que sus investigaciones sean accesibles a un público
amplio, mientras se gestionan los costos asociados con la publicación en
plataformas de acceso abierto.
Ver también la entrevista realizada por el periodista Rafael Sagárnaga, premio nacional de periodismo en la especialidad de medio ambiente. Agradezco a Rafael y al periódico Los Tiempos, la gentileza de publicar la entrevista el domingo 15 de marzo de 2021.
“La universidad entró en un proceso de mercantilización”
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