LA LECTURA COMO TRAVESÍA SIN TÉRMINO


    Leer es una de las experiencias más placenteras. Sin duda, tal vez no todos concuerdan pero incluso aquellos que estarían en contra, reconocerían que si alguna vez hacen el intento, la lectura de un buen libro mueve la imaginación y nos aproxima hacia una situación hermosa: la agradable soledad que brindan nuestros pensamientos junto con el diálogo al que estamos obligados a realizar, en cuanto abrimos el libro que nos atrae por diversas razones. Hablamos con nosotros mismos y con el autor o autores de diversas páginas, de manera que nuestra vida despierta hacia múltiples reacciones: curiosidad, rabia, asombro, tristeza, ambición y cierta energía que se encuentra en las páginas de un libro, a lo largo del intercambio con historias y explicaciones de distinta naturaleza.

    El libro es un objeto de veneración, contradicciones y, especialmente, un espacio para ir más allá de nuestras posibilidades. La lectura es una forma de crear en la mente un mundo paralelo de interpretaciones y significados. No se requiere demostrar nada porque el acto de leer es una verdadera forma de vida libre: sin limitaciones y, sobre todo, un viaje sin término. Uno puede escuchar recomendaciones y diferentes criterios relacionados con el valor o inutilidad de cualquier libro; sin embargo, cuando tenemos la ocasión de leer un texto, se inicia un recorrido que probablemente no tendrá fin. Es una marcha hacia algo incógnito porque nuestros pensamientos son los que se apropian de la lectura, viajando a través de lugares o ideas que creíamos absurdas. Al leer nos damos cuenta de que todo tiene su lugar. Todo adquiere sentido y, paralelamente, los significados son insuficientes. Por esto mismo, leemos más y más.

    El escritor británico Goerge Steiner consideraba que el saber es como una esfera, pues cuanto más se expande o se desplaza fácilmente por cualquier superficie, más aumentan sus puntos de contacto con lo desconocido. La lectura son los posibles choques de la esfera que aparecerán de golpe al recolectar o preparar una infinidad de libros.

   Un libro leído no es jamás un encuentro con el vacío. La lectura nos acompaña como una oportunidad en la que nuestra existencia deja de ser una sombra irónica y triste. No nos da dinero ni tampoco nos provee comida pero el acto de leer permite pensar en las vidas que pudimos haber vivido y en los viajes que nunca emprendimos. Cuando leemos, imaginamos circunstancias que podrían habernos permitido fracasar mejor o, simplemente, mejorar, aun cuando sea sólo por medio de las palabras escritas y los pensamientos.

    Leer es un esfuerzo de descubrimiento en medio de signos de los que verdaderamente está compuesto el mundo y, simultáneamente, es una probabilidad para reescribir todo lo leído. En el fondo, los lectores pueden rehacer cualquier libro al interior de sus reflexiones, volviendo a conceptualizar ciertos fenómenos, reinterpretando varias historias y rechazando por completo los planteamientos de distintos autores. Todo libro adquiere vida propia y pierde autonomía. A través de la lectura se convierte en la posesión inimaginable de miles de lectores anónimos.

    Por otra parte, cuando adquirimos un libro, también es probable que nunca lo leamos por falta de tiempo o cualquier razón; sin embargo, eso no quiere decir que los libros permanezcan mudos e inertes. Alguien, en algún lugar, los leerá porque un libro y sus lectores viajan eternamente hacia un encuentro que jamás nadie calculará. Esto se acrecienta en el siglo XXI donde los libros digitales, las bibliotecas virtuales y miles de textos navegan o son compartidos millones de veces en forma inmediata. Leemos para acceder a diferentes dimensiones de la realidad y nuestra época está llena de alternativas, por medio del acceso a una cantidad ilimitada de revistas culturales, periódicos, publicaciones académicas y científicas.

    La lectura es, asimismo, un tipo de enamoramiento con varios sujetos. Nos enamoramos con el autor, no porque lo conozcamos en persona, sino porque el lenguaje y las palabras son lo que enciende nuestros sentimientos. No importa la persona en sí, sino el hecho de leer y el desenvolvimiento del lenguaje lo que involucra a las emociones. Ninguna lectura es enteramente racional o un proceso automático de descodificación. Leer es un remolino de representaciones imaginarias; sueños transformados en explicaciones y un atrevimiento para comprender el caos a nuestro alrededor.

    El mundo está hecho de palabras y los libros siempre han contribuido al sentido que adquiere la realidad con el lenguaje. Prácticamente, diríamos que casi todo está en los libros y el siglo XXI es una increíble cantidad de oportunidades para leer porque la lectura nos convierte en “logócratas”, aquellos seres que son amantes del lenguaje y donde todo libro representa un momento en la creación de múltiples universos llenos de significados.

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