Los procesos de investigación y la construcción de
conocimientos como un esfuerzo estratégico capaz de transformar la sociedad,
cultura y economía, son una misión ineludible para cualquier universidad. De
hecho, las universidades de investigación representan el pivote fundamental
para llevar a cabo cualquier descubrimiento relacionado con la tecnología de
punta. No se puede hablar, ni lograr ningún tipo de innovación en el siglo XXI,
si no se tiene un patrimonio y experiencias sólidas de investigación
científica. Sin embargo, y como es la costumbre desde el siglo XVIII, el debate
permanece abierto en relación con los alcances y exigencias de la metodología
de la investigación. ¿Cómo se investiga y se reconocen los resultados dentro de
las comunidades científicas? ¿Los paradigmas teóricos de las ciencias duras, es
decir, las poderosas influencias de las ciencias naturales, todavía imponen sus
métodos y estructuras mentales para comprender la realidad?
Desde el punto de vista de las ciencias sociales, las
humanidades y el mundo del arte, ya no existe ni la tiranía, ni la dominación
de un solo tipo de metodología de investigación como cuerpo monolítico, o como
camisa de fuerza para la generación de saberes y conocimientos. La primacía
contemporánea gira en torno a la transdisciplinariedad o las teorías sin
disciplina. La transdisciplinariedad significa una plena movilidad de enfoques
teóricos y conceptuales sin sesgos ideológicos ni personales, de manera que
emerge una clara renuncia a varias representaciones mentales que solían
encerrarse en los tradicionales enfoques referidos a “paradigmas teóricos”:
positivismo, marxismo, estructuralismo, funcionalismo, racionalismo,
cientificismo, etc. Hoy en día hemos llegado al fin de los cánones
ideológico-programáticos que trataban de imponer un solo molde metodológico e
interpretativo sobre la identidad del conocimiento científico.
En el siglo XXI se constata un adiós a los paradigmas
y a una sola estructura de metodología de investigación. El resultado inmediato
es la apertura flexible de las epistemologías que se encuentran en los bordes
de varios sabes y conocimientos, formándose múltiples teorías sin disciplina.
Los principales críticos de esta nueva perspectiva, continúan siendo los
científicos racionalistas, quienes afirman que el conocimiento científico debe
ser demostrado o falsificado en la realidad por medio de una metodología de
investigación capaz de ser utilizada por toda comunidad científica.
El negar una metodología de investigación únicamente
racionalista, significaría la aparición de imposturas intelectuales que
construyen sólo un collage improvisado con saberes de mala calidad. La ausencia
de una sólida metodología de investigación es el regreso a los prejuicios
ideológicos bajo el pretexto de la descolonización y la desobediencia
epistémica. De alguna manera, estas críticas son aceptables, en la medida en
que los conocimientos transdisciplinarios, muchas veces repiten dogmatismos
pasados, consolidando también un grupo de paradigmas intolerantes con
aditamentos superficiales que justifican la falta de renovación.
Es por estas razones que las universidades no deben
bajar la guardia en relación con el debate constante sobre las mejores formas
de practicar y reflexionar alrededor de las más útiles metodologías de investigación.
Esto exige ir más allá de la universidad profesionalizante, con la finalidad de
superar las rutinas de una institución que está pensada solamente para la
enseñanza de formalismos tradicionales. La investigación obliga a convertir o
transformar las estructuras epistemológicas e institucionales de la
universidad, en un conjunto de condiciones creativas para construir
conocimientos transdisciplinarios, en los cuales se abandone todo tipo de
sectarismo teórico, metodológico, ideológico y burocrático.
La transdisciplinariedad no es una ilusión
inmanejable, sino un enfoque pluralista y necesario. Tampoco es la aplicación
de fragmentos metodológicos inconexos, sino un proceso para incrementar el
conocimiento, integrando y transformando perspectivas gnoseológicas distintas.
Es una actitud ética que tiene el objetivo de impulsar el pensamiento
divergente, de manera que el proceso de enseñanza incorpore aspectos afectivos,
emocionales y abiertos a la creatividad. Por último, la transdisciplinariedad
permite la articulación de consorcios interinstitucionales entre universidades,
centros de investigación y redes de institutos “globales”, con la perspectiva
de abrir horizontes de cooperación sin actitudes dominantes.
Bibliografía
relevante
Abrir las
Ciencias Sociales, Inmanuel
Wallerstein.
Diez (posibles)
razones para la tristeza del pensamiento, George Steiner.
Los logócratas, George Steiner.
Imposturas
intelectuales, Alan Sokal.
Desobediencia
epistémica, Walter Mignolo.
Teorías sin
disciplina. (latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate), Eduardo Mendieta y Santiago Castro-Gómez.
Islam y
modernidad. Reflexiones blasfemas, Slavoj
Zizek.
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