La
educación debe ser nuestra apuesta más sólida de cara hacia el futuro. En el
siglo XXI está plenamente demostrado que las revoluciones en materia de
información, tecnología y comunicaciones han hecho de la educación un
patrimonio fundamental para el desarrollo económico, social, político y
estratégico de cualquier sociedad. Esto es, por demás evidente y fuera de toda
duda. Sin embargo, la educación en varios países de América Latina y Bolivia,
es un completo desastre: repetitiva, carente de creatividad, sin estándares
de calidad competitivos, con profesores sindicalizados que sólo buscan mejoras
salariales, superficial y sin las fuerzas para estimular en los estudiantes la
autoformación disciplinada y productiva. Aún es un tema pendiente en la lista de aspectos
primordiales que requieren una profunda reforma. Por esto, es imprescindible
comprender que las reformas institucionales y políticas, deben, necesariamente,
viabilizar varias propuestas donde se establezca que para ingresar en cualquier
institución escolar o de profesionalización, jamás rija algún tipo de
discriminación étnica o por razones de género para marginar a las mujeres y los
grupos pobres.
Simultáneamente,
todos los colegios deben reforzar una práctica antigua: tomar exámenes y
realizar pruebas de distinta índole para evaluar rigurosamente el desempeño de
todos los estudiantes. En la actualidad se han relajado las formas de
evaluación, sobre la base de un argumento endeble y casi absurdo: no podemos
evaluar con la misma vara a todos porque las inteligencias son múltiples y
debemos respetar la libertad de cualquier estudiante, así como evitar mellar la
autoimagen o autoestima.
En
resumen, dejar pasar y dejar hacer, incluso las conductas antiacadémicas de tantos
holgazanes que abundan en los sistemas educativos. Este supuesto está equivocado
y siempre estuvo atrapado en prejuicios y una actitud facilista de profesores y
directores. No; es un error dejar de evaluar con seriedad a los estudiantes. La
educación debe dar oportunidad de aprendizaje a todos pero cerrar las puertas
de aquellos que simplemente buscan aprovecharse y destruir la calidad educativa.
En
relación con la política educativa, el Estado deberá promover la no
discriminación y la igualación de oportunidades de las mujeres respecto a los
varones, mediante la incorporación de sus derechos en la malla curricular de
todos los niveles de educación, promoviendo un conjunto de mecanismos de
ingreso a todas las instituciones de formación académica profesional.
La
matriculación de las mujeres en escuelas, universidades e institutos técnicos
se incrementó exponencialmente. El acceso de las mujeres a la educación ha
mejorado substancialmente en Bolivia y América Latina. Sin embargo, los niveles
de violencia y discriminación tienden a reducirse muy lentamente. El acoso
laboral, sexual y los intentos de abuso incluso en las calles, muestran que
todavía se considera a las mujeres y varios grupos vulnerables, como ciudadanos
de segunda clase. La mujer es vista como un instrumento de placer y maternidad
pero jamás como un protagonista de cambio y transformación educacional.
Eliminar
y reducir drásticamente la violencia en contra de las mujeres, equivale a
reformar la educación para que el desarrollo científico y la revolución de los
conocimientos preparen a las mujeres para un proceso de autodeterminación, más
allá de la ideología de género. Las organizaciones y el activismo feministas,
solamente han servido para beneficiar a algunas mujeres con ínfulas de líderes
pero como una pobre capacidad para cambiar la praxis cotidiana de la violencia
y la discriminación sexual. De hecho, un indicador de mala calidad educativa se
expresa en la violencia sutil y declarada a las mujeres que tanto daño sigue
haciendo. Si hubiera buenos estándares de calidad educativa, entonces explotaría
también la cantidad de mujeres educadas, científicas y capaces de actuar más
allá de simples eslóganes ideológicos para influir en la economía del
conocimiento y la información del siglo XXI.
La
educación también debe ser laica porque así el Estado garantizaría la enseñanza
de la pluralidad religiosa, sin imponer ni inducir a optar por cualquiera de
las religiones. Este principio que también parece tan elemental, muchas veces
se disuelve. No es suficiente que la educación laica sea un precepto constitucional,
sino que debe ser una práctica ligada a la calidad científica, relacionada con
un sentido de libre creación en el pensamiento, tolerante y, sobre todo, impulsora
de la autodeterminación personal de todo ciudadano que es igual frente a otros
y ante los ojos del Estado y del mundo.
El
sistema educativo debe, necesariamente, globalizarse y convertirse en bilingüe:
español-inglés. Además, deberá también existir una permanente evaluación y
regulación de calidad ligada a estándares internacionales, de manera que
Bolivia asuma, urgentemente, las pruebas PISA de carácter internacional para
medir permanentemente su desempeño de manera obligatoria.
Por
lo tanto, propongo que en cuanto a la definición de políticas, gestión y
fiscalización, la educación sea comunitaria a través de la participación de sus
actores más importantes como padres de familia, representados por sus
organizaciones legítimamente constituidas, docentes, estudiantes y
organizaciones sociales existentes en el territorio o área de influencia de
cada unidad educativa. Pero este sentido de organización comunitaria, debe
estar regido por códigos de responsabilidad científica, intelectual y defensa
de ideas transformadoras. La educación comunitaria no tiene nada que ver con el
tráfico de indulgencias para dar a las masas la peor educación y el oportunismo
para ocultar la necesidad de esforzarnos por descubrir conocimientos desde la
niñez. La educación comunitaria es el ejercicio de la co-responsabilidad en las
políticas y con los estándares de educación.
Hoy
día, los contenidos curriculares siguen siendo totalmente diferentes cuando se
trata de las escuelas privadas frente a aquellos que provienen de las escuelas
fiscales o rurales, porque de esta manera se refuerza la desigualdad. Esto debe
ser cambiado. Los contenidos curriculares tampoco incorporan una mirada de equidad
de género que se convierta en una práctica cotidiana para vencer la violencia y
discriminación contra las mujeres. Un solo currículum educativo es vital pero
ligado a los mismos estándares exigentes, de alta calidad y abiertos a dar
oportunidades. La verdadera clase dominante no es aquella que domina por
tradición, política o por dinero, sino porque tiene élites intelectuales, globalizadas
y abiertas al conocimiento, a la crítica y la lucha en contra de la desigualdad
de oportunidades.
Una
vez más es muy importante transformar y despatriarcalizar profundamente la
educación en Bolivia. Insertar estándares de buena calidad es imprescindible.
Abrir el escenario para la creación y la creatividad científico-intelectual es
una misión obligatoria. La educación debe aportar a este proceso eliminando los
privilegios de los hombres o los grupos favorecidos por el mercado. Este
horizonte político transmite la necesidad de practicar en cada momento el
“principio de equidad” que nos asegura un futuro abierto a constantes vientos
de democratización. Equidad con calidad educativa, es la llave del éxito para
fundar una economía del conocimiento que convierta a las escuelas en los nuevos
centros de transformación, más allá de la retórica religiosa, de género, izquierda,
indigenista o cualquier otro pasatiempo, cuando lo que se requiere es estudiar,
superar exámenes difíciles y crear conocimientos hasta el grado de vivir de las
ideas.
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