Publicado en UNISINOS, Universidad
do Vale do Rio dos Sinos, Revista Ciências Sociais Unisinos, V. 54, n. 1
(2018): Janeiro/Abril, San Leopoldo, Brasil, pp. 134.139.
Introducción
Alrededor
de toda América Latina resurge una vez más la preocupación en torno a qué tipo
de democracias han ido evolucionando los últimos treinta y cinco años. ¿Con
calidad, sin calidad, con posibilidades de satisfacción plena en todos los
ámbitos de la vida diaria? ¿Se trata de una consolidación, fortalecimiento,
debilitamiento, retroceso o imposibilidad de tener un conjunto de democracias
legítimas? ¿Los gobiernos elegidos son poliarquías,
es decir, intentos democratizadores vinculados a instituciones débiles,
caudillismos fuertes y culturas políticas autoritarias, pero con elecciones presidenciales
de carácter únicamente formal?
Estas
preguntas plantean diversas respuestas aunque confirman que la gran mayoría de nuestros
gobiernos democráticos están lejos de impulsar una institucionalidad
democrática duradera; es decir, lejos de tener aparatos estatales eficientes,
abiertos al escrutinio público, y capaces de ser catalizadores del bienestar social.
Así, destacan negativamente los callejones sin salida como la grave
descomposición de Venezuela con Nicolás Maduro, la dictadura velada de Daniel
Ortega en Nicaragua y las tentaciones neo-estalinistas de Evo Morales en
Bolivia, victorioso en las elecciones de 2005 y con ambiciones de re-lección
indefinida en 2018.
La
discusión política sobre qué sucedería en Bolivia después de que Evo Morales
deje, eventualmente, el poder junto con el Movimiento Al Socialismo (MAS),
despierta la imaginación y la necesidad de llevar adelante una prospectiva
política necesaria. Su gobierno (enero 2006-2018) estuvo signado por una
constante campaña electoral, sin políticas públicas definidas y ligado
excesivamente al clientelismo con nuevos grupos corporativos de poder como los
campesinos cocaleros, mineros cooperativistas y empresarios que buscaron
contratos estatales sin ninguna responsabilidad democrática. A esto se suma una
política exterior sin rumbo, improvisada y sometida al influjo de actores muy poderosos
como China, que vendió a Bolivia una deuda externa de más de 5 mil millones de
dólares o la manipulación geo-estratégica de Irán, Rusia y Cuba, países que
encandilaron la ideología errática de Evo Morales, quien solamente es capaz de
repetir eslóganes anti-imperialistas, sin ninguna evaluación clara de sus
convicciones en el debate democrático de largo plazo.
Es
fundamental sintetizar las lecciones ideológicas que resaltan en el sistema
político boliviano durante estos treinta y seis años de democracia (1982-2018),
reflexionando en torno a los aspectos más importantes del debate político. Es
ineludible encontrar cuáles son los aspectos principales de dicho debate que
podrían ser utilizados para reorientar los liderazgos alternativos al de Evo
Morales, a objeto de tener un planteamiento fuerte respecto a cuáles serían las
estrategias electorales, de movilización y un mejor posicionamiento político respecto
al conjunto del sistema de partidos que debe reconstruirse para enfrentar las
tendencias estalinistas del MAS.
El
gran daño a la democracia y a la sociedad boliviana, fue vender un discurso de
revolución e inclusión indígena cuando, en los hechos, solamente se conformó
una nueva élite de clase media que aprovechó las influencias del poder estatal
para enriquecerse a gran escala. El caso más patético fue el Fondo Indígena,
administrado y estructurado por dirigentes indígenas urbanos y campesinos
ambiciosos que lograron desviar a cuentas personales, cerca de 35 millones de dólares
por medio de proyectos fantasmas y una actitud arrogante. La ex ministra de
Desarrollo Rural, actualmente procesada por corrupción, Nemecia Achacollo,
afirmó tajante que “ese dinero era de los indígenas y tenían todo el derecho a
comérselo, si así lo querían”. Los proyectos de desarrollo en el gobierno de
Evo Morales, fueron vistos por la nueva élite morena y de raíz indígena, como
una oportunidad para apropiarse de fondos estatales, aprovechándose de su
estancia en el poder. No hubo una verdadera preocupación para transformar las
instituciones estatales, ni la gestión pública porque predominó la exuberancia
ideológica, despreciándose todo aquello que pudiera identificarse con el Estado
democrático moderno.
Fue muy notorio que los sectores indianistas del MAS plantearan la “descolonización del Estado” que, en el fondo, se convirtió únicamente en la excusa para alterar las normativas y romper los criterios mínimos de una gestión pública racional. En su lugar surgió con fuerza la imposición de visiones unilaterales, el autoritarismo y la actitud exitista de creer que el MAS, los dirigentes indianistas y el mismo Evo “jamás” se equivocaban porque el error solamente podía venir de la derecha y el capitalismo, pero no de los revolucionarios. Así reprodujeron una conducta estalinista sutil pero destructiva como una serie de hechos de corrupción que decepcionó rápidamente a los sectores más optimistas de la izquierda boliviana.
Fue muy notorio que los sectores indianistas del MAS plantearan la “descolonización del Estado” que, en el fondo, se convirtió únicamente en la excusa para alterar las normativas y romper los criterios mínimos de una gestión pública racional. En su lugar surgió con fuerza la imposición de visiones unilaterales, el autoritarismo y la actitud exitista de creer que el MAS, los dirigentes indianistas y el mismo Evo “jamás” se equivocaban porque el error solamente podía venir de la derecha y el capitalismo, pero no de los revolucionarios. Así reprodujeron una conducta estalinista sutil pero destructiva como una serie de hechos de corrupción que decepcionó rápidamente a los sectores más optimistas de la izquierda boliviana.
Este
artículo destaca algunos problemas de la democracia y las encrucijadas, muchas
veces irresueltas, en las que se encuentra el sistema político en Bolivia.
¿Cómo será posible reconstruir o descartar al Estado Plurinacional actualmente vigente? El corazón del régimen
democrático representativo, por el momento todavía no ha sufrido grandes cambios,
aunque se insista en una transición hacia una democracia étnica, directa o participativa.
Si bien se aprobó una nueva Constitución Política en el año 2009, ésta continúa
siendo en varios acápites un conjunto de planteamientos retóricos que nunca se cumplieron en la realidad, sobre todo por
la existencia de una crisis institucional.
La re-elección a como dé lugar
El
principal artículo constitucional que fue desacatado, es el referido al tiempo
de duración para los mandatos presidenciales. En el año 2007, durante la
Asamblea Constituyente, se propuso la reelección indefinida. Posteriormente,
Evo Morales se echó para atrás el año 2009 cuando negoció con la oposición la
aprobación final del texto constitucional. En el año 2014 afirmó abiertamente
que no cambiaría la Constitución para ser reelegido pero incumplió su
compromiso. Volvió a insistir y llevó adelante el referéndum del 21 de febrero
de 2016 donde perdió su propuesta reeleccionista. Al año siguiente, 2017, llamó
a la consulta el “referéndum de la mentira” y sus asesores en el Poder
Ejecutivo obligaron al Tribunal Constitucional para que se apruebe una resolución,
autorizando su reelección con carácter indefinido. Evo Morales forzó el sistema
político para orientarlo hacia un rumbo autoritario porque, según él, la
democracia es inviable sin su presidencia que también trata de instaurar un
sistema electoral de partido único.
Bolivia es un grave ejemplo de Estado anómico, intentos nacionalizadores para centralizar las decisiones económicas y políticas, así como representa un tipo de democracia inestable, fuertemente inclinada hacia el regreso de la dictadura. El Estado pierde cada año 600 millones de dólares en la venta de combustible subvencionado que se vende a 3 bolivianos por litro dentro del mercado interno. Luego, fruto del contrabando que involucra a altos funcionarios estatales y militares, el mismo litro de gasolina es contrabandeado a 7 ó 10 bolivianos en Perú, Brasil y Argentina. La nacionalización de los hidrocarburos fue una mentira gigantesca que atrajo millones para solventar diferentes bonos con carácter populista, así como para seguir dependiendo de la tecnología y la capacidad de inversión y exploración de las transnacionales ligadas a REPSOL, PETROBRAS o TOTAL. Por costos recuperables (costos de explotación de las empresas petroleras bajo los contratos de riesgo compartido), el Estado boliviano ha llegado a pagar a las transnacionales entre 200 y más de mil millones de dólares en el periodo 2006-2014.
Bolivia es un grave ejemplo de Estado anómico, intentos nacionalizadores para centralizar las decisiones económicas y políticas, así como representa un tipo de democracia inestable, fuertemente inclinada hacia el regreso de la dictadura. El Estado pierde cada año 600 millones de dólares en la venta de combustible subvencionado que se vende a 3 bolivianos por litro dentro del mercado interno. Luego, fruto del contrabando que involucra a altos funcionarios estatales y militares, el mismo litro de gasolina es contrabandeado a 7 ó 10 bolivianos en Perú, Brasil y Argentina. La nacionalización de los hidrocarburos fue una mentira gigantesca que atrajo millones para solventar diferentes bonos con carácter populista, así como para seguir dependiendo de la tecnología y la capacidad de inversión y exploración de las transnacionales ligadas a REPSOL, PETROBRAS o TOTAL. Por costos recuperables (costos de explotación de las empresas petroleras bajo los contratos de riesgo compartido), el Estado boliviano ha llegado a pagar a las transnacionales entre 200 y más de mil millones de dólares en el periodo 2006-2014.
En
el ámbito estratégico de los hidrocarburos, Evo Morales prefirió seguir con la
lógica prebendal en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), donde
se cambió cada año, a lo largo de diez, a todos los presidentes de esta
corporación, cada uno más incompetente que el otro. La estructura clientelar es
tan fuerte que Morales dejó que otra élite se haga cargo de millonarias
pérdidas y millonarias estafas. Los diez presidentes de YPFB han estado
involucrados en escándalos públicos de corrupción, tráfico de influencias y
abusos de poder. La anomia estatal es una estructura inveterada que Morales no
pudo cambiar debido a su ignorancia. En el fondo, Evo es solamente una imagen
electoral sometida a una campaña permanente a través del canal televisivo
Bolivia TV y una red de televisoras donde se invierte cada año cerca de 6
millones de dólares en publicidad política.
El
MAS no reestructuró el aparato estatal, ni lo preparó para una transformación
profunda que responda a las principales exigencias de la Constitución. Se observa
claramente que el sistema democrático presenta una obsolescencia institucional que se manifiesta en la desigualdad e
ineficiencia constante, donde los funcionarios de alto rango y los técnicos
responsables del diseño e implementación de las políticas públicas, carecen de
una carrera como funcionarios públicos.
Nadie
tiene estabilidad laboral y mucho menos tienen profesionalismo. Los servidores
públicos más antiguos, sobrevivieron porque dan entre 500 y mil dólares de su
sueldo a los recaudadores políticos, además de hacer la vista gorda y cocinar
estadísticas cuando así se les ordena. La última movilización de funcionarios
para el “banderazo” y la campaña de recuperación marítima del 10 de marzo de
2018, reunió a miles sin ganas porque fueron obligados a blandir una tela de 195
kilómetros, en medio de una carretera inhóspita en el altiplano. Quienes no
asistieron fueron pasibles de un descuento del dos por ciento de su salario.
Lo
contrario a la obsolescencia es la modernización
institucional que equivale a la identificación de reglas de conducta
claras, la capacidad de instalar unidades
de análisis estratégico en cada ministerio y la posibilidad de
desburocratizar las estructuras institucionales para facilitar la toma de decisiones pero utilizando la ley, con el fin
de evitar que la arbitrariedad se propague, así como las amenazas de corrupción
debido al uso indebido del dinero estatal.
Los
mensajes ideológicos en este ámbito deben ser precisos: se requiere
instituciones fuertes, con capacidad de previsión y respuesta para resolver
problemas del desarrollo concretos, sin utilizar la polarización ideológica de
izquierda y derecha que perjudique la toma de decisiones, pues éstas deben ser
sencillamente oportunas, con conocimiento y respetuosas del conocimiento para que
éste prevalezca por encima del excesivo clientelismo. Evo Morales, en doce años
de gobierno, tiene las burocracias más pesadas de América Latina y vive de
irradiar discursos inútiles como la “descolonización estatal”, un mensaje que
siempre terminó en la nada. El Estado no llega a las poblaciones rurales
dispersas, es doblegado por el crimen organizado y el contrabando, además de
tener uno de los peores sistemas de educación y salud en el mundo.
Por
lo tanto, en Bolivia es primordial proteger el concepto y la práctica de la democracia representativa porque ésta continúa
siendo el eje del sistema político, incluso pensando en que la democracia
comunitaria y directa desde los sectores más desposeídos y populares es una
enorme demanda sustentada en las bases de la sociedad civil. El hecho es que
todos los sectores sociales siempre buscan mejorar la representatividad de la
democracia y del sistema político. Evo Morales intentó destruir a los partidos
políticos para favorecer una acción corporativista. Bolivia no es una
democracia multiétnica ni indígena, sino una democracia corporativa con
capacidad de veto e influencia directa por parte de los allegados al presidente,
como los productores de hoja de coca y aquellos que han comprado esferas de
poder gracias a sus aportes a las campañas electorales.
Si
bien en Bolivia la democracia participativa se amplió a más espacios, como las
Gobernaciones y los Gobiernos Municipales, la democracia participativa muchas
veces no funciona porque es presa fácil del
corporativismo. Esto quiere decir que algunos grupos de interés bien
organizados y con dinero, dominan para el logro de sus demandas restringidas
sin tener una visión nacional y,
sobre todo, sin solidaridad para dar beneficios a las mayorías más necesitadas.
La organización de diferentes referéndums como el revocatorio de mandato, los
referéndums de consulta sobre las autonomías y el referéndum del 21 de febrero
de 2016 donde se cerró las puertas para reelección de Evo Morales, muestran que
estos mecanismos de democracia directa no son fáciles de operar.
De
cualquier manera, debe insistirse en la necesidad de impedir la reelección
indefinida de Morales en lugar de romper, de hecho, con el sistema democrático
porque otro de los perjuicios causados por Evo a la democracia, radica en la
movilización de miles de campesinos e indígenas pobres, controlados con
prebendas y la promesa de una Bolivia que sería capaz de parecerse a Suiza,
sobre todo por los, aproximadamente, 20 mil millones de dólares a los que tuvo
acceso cuando los precios de los hidrocarburos y minerales estaban a buen precio
entre 2006 y 2014. Sin embargo, ninguno de los indígenas tiene capacidad de
decisión política porque el gobierno está monopolizado por una clase media
profesional insaciable de poder, dinero y llena de autoritarismo.
Para
complicar la situación, toda consulta ciudadana, ya sea por medio de referendos
y otros instrumentos, muchas veces no fue vinculante. Evo Morales se negó a
aceptar los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 que le dijo no
a la reelección presidencial. Tampoco reconoció la consulta en el territorio
indígena protegido Isiboro Sécure (TIPNIS), donde prefirió seguir con la
construcción de una carretera, antes que compensar a los indígenas amazónicos
que buscan proteger la naturaleza y mejorar sus condiciones de vida. El MAS y
Evo optaron por favorecer la carretera, las empresas constructoras y las
previsiones de largo plazo para la economía de la coca que ganará mucho más, en
lugar de los derechos indígenas y el derecho a sobrevivir de la Madre Tierra.
La
democracia representativa es un complemento directo, necesario y viable junto
con la democracia participativa y anti-elitista. Solamente un juego abierto
entre partidos políticos representativos podría reconstruir la dinámica de los
referéndums como instrumentos de decisión política ligados a la voluntad
popular. Los liderazgos alternativos a Morales deben reivindicar la fortaleza
de la democracia representativa que muchas veces está sometida a enormes vulneraciones.
En
términos ideológicos, es importante denunciar las vulneraciones a la representación política, sobre todo identificando
los corporativismos nocivos que desacreditan a la democracia y evitan que los
partidos políticos funcionen de manera más dinámica para mostrar que la
representación siempre sea de carácter nacional y en beneficio de los intereses
de toda Bolivia o de las grandes mayorías, antes de sucumbir a la presión de
intereses egoístas de cualquier corporativismo, ya sea sindical, gremial o de
algunas élites influyentes. En este caso, la élite sindical de los productores
de hoja de coca ha resultado ser altamente amenazante, antidemocrática y violenta.
El
vicepresidente, Álvaro García Linera, es quien reitera constantemente que es un
comunista de primer orden, una persona que jamás se vio, ni se verá como funcionario
público, sino como un revolucionario marxista. Esta demagogia ideológica es la
que erosiona la posibilidad de entender el Estado como un escenario de cambio
institucional y servicio al bien común. En Bolivia, la ideología revolucionaria
muestra la existencia de un Estado sin
gestión pública y esto es lo que explica el fracaso rotundo de Evo Morales
como presidente, aún a pesar de la legitimidad social que lo llevó al poder
hace doce años.
La crisis de Estado: el principal problema
El
Ministerio de la Presidencia se convirtió en un escenario millonario para
distorsionar la democracia participativa, con la movilización constante de
adeptos sindicales y una discreta manipulación de contratos con empresas
chinas. El escándalo de la ex concubina de Morales, Gabriela Zapata fue claro
en exponer cómo el Ministerio, por un lado, manipuló a campesinos, trabajadores
y cocaleros, pero por otro lado avaló el nombramiento de Zapata como gerente de
la empresa china CAMC, cuyos contratos con el Estado llegaron a 500 millones de
dólares. El show mediático fue tan intenso que el mismo Evo fue extorsionado
por Zapata con un supuesto hijo para abrir, inevitablemente, un proceso donde
el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito implicaban al presidente
y varios ministros.
El
control del corporativismo no es fácil pues es una realidad política que
tampoco podría ser vencida de inmediato. El corporativismo influye
políticamente, ejerce presiones sistemáticas y tiene un poder financiero en las
campañas electorales. Evo Morales se benefició directamente de estas presiones
en las presidenciales de 2009 y 2014. Sin embargo, esto no significa que otro
tipo de líderes democráticos no tengan la posibilidad de superar varios
problemas y negociar con el corporativismo. En consecuencia, sería preferible que
Bolivia obtenga acuerdos de alcance medio
con diferentes sectores corporativos sobre aspectos concretos respecto al pago
de impuestos, respeto del medio ambiente y compromisos ecológicos. Esto es
vital para controlar rigurosamente a la minería cooperativista. Con los cocaleros,
es importante negociar temas de seguridad ciudadana, reducción del crimen
organizado vinculado a los narcóticos y la trata de personas, junto con la
elaboración de una estrategia boliviana de posible legalización de las drogas y acciones informativas para discutir con
mayor profundidad la problemática del narcotráfico y sus preocupantes
ramificaciones en las altas esferas del Estado.
Los
desafíos de un nuevo líder demócrata radican en la posibilidad de realizar una propuesta
modernizante para la reforma del Estado,
junto con el reforzamiento de planteamientos con alto contenido social. Bolivia
necesita una reforma educativa más profunda y abierta a las influencias de la
globalización. Requiere una inversión de, por lo menos, mil millones de dólares
para construir hospitales y dotarse de tecnología médica en sus nueve
departamentos del país, y necesita también una nueva estructura universitaria
para implantar una revolución científico-técnica e intelectual, acorde con la
economía de la información y el conocimiento del siglo XXI. En el aspecto
político-ideológico, esto exige que las alternativas a Evo Morales siempre se
presenten ante los medios de comunicación y la opinión pública como partidos políticos modernos y pragmáticos, cuya
ventaja comparativa respecto al MAS consistiría en sus habilidades para negociar
y pactar en torno a lo siguiente:
a)
Una agenda electoral con el objetivo de difundir de
manera más dominante la estrategia de un país
de productores que transforme el patrón de la estructura productiva, sobre
la base de una propuesta económica menos paternalista y más afincada en una
transformación educativa y de renovación universitaria, es decir, hacer énfasis
en una economía basada en los conocimientos.
b)
Proyectos de gobernabilidad para garantizar la estabilidad del sistema político. La
tolerancia y la libertad de expresión es lo fundamental. Evo Morales implantó
desde 2011, una estrategia para amedrentar a los medios de comunicación
independientes y comprar la opinión por medio de publicidad estatal. Esto también
lo convierte en un aprendiz de estalinismo, donde el MAS como partido
hegemónico siempre tiene la razón y aquel que se atreve a cuestionarlo, sufrirá
el escarnio del despido, la persecución y el espionaje para ser extorsionado
emocional o laboralmente.
c)
Soluciones y políticas públicas rescatables
propuestas por el mismo MAS pero explicitando que Evo Morales ha fracasado
frente a los corporativismos que vienen de los campesinos cocaleros, de los
mineros cooperativistas y de otros grupos gremiales o empresariales que pretenden
burlarse de la democracia representativa. Actualmente, lo más rescatable de las
políticas sociales es el pago de la Renta Dignidad para la tercera edad, el
bono de permanencia escolar, la reforma educativa Avelino Siñani-Elizardo
Pérez, aunque sin los sesgos indianistas, y el régimen de autonomías o
gobernaciones para garantizar la estructura descentralizada del Estado.
d)
Es fundamental mostrar que todavía es posible impulsar
las decisiones de un líder que antepone los intereses de la Nación boliviana,
por encima de previsiones personalistas. Un nuevo líder democrático debe
reforzar su imagen como un reformador audaz, negociador y con espíritu globalizado,
con alto sentido de responsabilidad social y capaz de articular coyunturas
políticas que exijan la consolidación de un centro político sin polarización. Esto beneficia
un liderazgo político que renuncia a sus ambiciones personales para transmitir
un tipo de liderazgo de mediación, consenso
y construcción de escenarios de equilibrio, sin exclusiones.
e)
Es imprescindible pactar un plan definitivo para
superar la obsolescencia institucional, especialmente en la Policía boliviana y
todo el Poder Judicial, dos ámbitos donde impera la impunidad y se reproduce la
inseguridad ciudadana que daña el sistema democrático y el Estado de Derecho.
En los doce años de Evo Morales, la Policía y el Ministerio Público son las
instituciones que más violaron los derechos humanos en Bolivia, debido a la
extorsión y un sistema de justicia basado en el dinero del más fuerte. Otro
daño profundo que Morales le hizo a la democracia, fue usurpar desde el Poder
Ejecutivo, las funciones de un Poder Judicial corrupto y acostumbrado a
chicanear. Desde el año 2009, el MAS inició un procedimiento denominado judicialización de la política, donde
persiguió con juicios a varios ciudadanos, sobre todo con un caso denominado “terrorismo”,
cuando se trataba solamente de otra estrategia estalinista para descabezar
violentamente a toda oposición política.
Las alternativas a Evo Morales y el MAS tienen que ser
vistas como nuevos liderazgos estratégicos de modernidad democrática. Esto quiere decir que una nueva opción no se
arriesgue a ser una oposición violenta contra el MAS, ni tampoco se convierta
en una fuerza de oposición desleal al sistema democrático para forzar su
quiebra. La capacidad de ser un líder estratégico se expresa en saber cómo
jugar sus posibilidades para acceder al poder político sin desesperación y
sabiendo cómo cuidarse las espaldas frente al avance de amenazas dictatoriales.
En Bolivia, es fundamental trabajar en un liderazgo
que renuncie a sus comodidades, que fácilmente obtenga conocimiento y pueda reorientar las decepciones que causó Evo
Morales, aunque dentro de los marcos difíciles de una estructura estatal que
deje de intervenir en grandes sectores de la economía. En la actualidad, casi
todas las empresas estatales muestran señales de quiebra como la empresa de
tecnología de ensamblaje de computadoras QUIPUS, la empresa de papel PAPELBOL,
la de cartón CARTONBOL, de lácteos, LACTEOSBOL, la Agencia Boliviana Espacial,
la planta de urea de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y de
minerales COMIBOL. Se pensó que la nacionalización y la dinámica planificada de
una nostalgia comunista para controlar los medios de producción, llevarían al
régimen de Morales hacia una revolución nacional y luego continental. Nada de
esto dio resultados satisfactorios. Todo fue un sueño y una pretenciosidad
sencillamente descomunal. Lo único que hizo el régimen fue aumentar los
volúmenes de gasto fiscal para estimular la demanda interna.
La lista de quiebras se conectó con otro hecho
insólito: el desfalco de cinco millones de dólares en septiembre de 2017, donde
un funcionario de bajo rango en el Banco Unión, cuyo socio mayoritario es el
Estado, sacaba directamente de las bóvedas del banco el dinero en bolsas de
nylon sin control alguno. Este hecho fue tan patético que todo el directorio
renunció silenciosamente. El principal implicado, un tipo de 29 años, vio que
ingresaba al banco dinero a borbotones. Armó una treta con conexiones internas
y tomó la decisión de robar a manos llenas porque, según él, “no robaba a los
ahorristas, sino a los que tenían de sobra”.
El lavado de dinero agrava todavía más la situación
del Estado anómico en Bolivia y, por lo tanto, la estabilidad macroeconómica es
momentánea y frágil, así como es terrible la descomposición en el
funcionamiento de impuestos nacionales, la manipulación de la independencia del
Banco Central de Bolivia, y de la Aduana que espantan cualquier posibilidad de
inversión extranjera directa.
Las claves ideológicas de un líder nacional alternativo
a Evo, deben expresarse en su habilidad para
pactar con otros partidos de oposición y con los actores sociales. Acercarse
al pueblo sin tácticas clientelares de corto plazo es imprescindible, salir a buscarlo y ser parte de
los estratos populares, interactuando con la gente y su vivencia cotidiana,
debe replantear la necesidad de pensar la equidad
como el eje de una agenda democrática para el bienestar social. El MAS y Evo
Morales acrecentaron la desigualdad donde hay ciudadanos que logran ingresos de
400 dólares mensuales frente a empresarios privados y funcionarios políticos de
élite que se llevan entre 5 y 10 mil dólares de sueldo.
Conclusiones
Evo Morales puede ser vencido si se presenta o surge un
partido político que pueda explotar los criterios de gobernabilidad política y
democrática, entendida como aquel sistema basado en el criterio de orden político. Una de las paradojas de
la democracia boliviana consiste en aquel vaivén que va de la superación de
todo tipo de exclusiones, hacia la aceptación de presiones, demandas y
conflictos que son sumamente desestabilizadores con tendencia a la destrucción del
mismo sistema democrático.
El
mensaje ideológico que debe asumir un nuevo líder, gira en torno a la necesidad
de construir y proteger el orden político, imaginando formas de control
de la ingobernabilidad y proponiendo la negociación para desbaratar los
conflictos más perjudiciales que, con el pretexto de la participación
democrática, buscan diseminar la anomia política. Aquí destacan los campesinos
cocaleros vinculados con la economía del circuito coca-cocaína y aquellos
dirigentes indígenas que sucumbieron ante la corrupción como el caso del Fondo
Indígena.
El
nuevo líder tiene que considerar la construcción de un centro equilibrador sobre la base del impulso de la modernidad
política como criterio ideológico para rescatar la democracia representativa,
pero desde una identidad liberal democrática. Construir un sistema político que
domestique los problemas de ingobernabilidad, pero no desde un modelo retórico,
sino asumiendo algunos riesgos sobre cómo manejar la presión de los intereses y
actores corporativos, cómo gobernarlos, cómo actuar dentro de un sistema
político que sobrevive a pesar de la influencia de los actores corporativistas,
puesto que éstos no van a desaparecer.
El
liderazgo de oposición tiene que agregar un perfil de mayor agresividad a su fuerza
de atracción social, que combine con una imagen que sabe cómo poner en práctica
una serie de planteamientos. Bolivia requiere de un hombre de acción y
experiencia pero también más transgresor, por la audacia para pensar un centro articulador
que salvaguarde el orden democrático. El camino hacia
el centro del escenario ideológico no es una estrategia en sí, sino la
posibilidad de pensar en un escenario político donde el líder de la democracia
representativa recuperada, se presente como el partido que articula un
triángulo de pactos con tres puntas: democracia, economía eficiente inserta en
la globalización y nacionalismo, evitando toda polarización que acaba con cualquier
posibilidad de desarrollo. En un escenario de centro, el
Estado Plurinacional puede ser complementado con la necesaria modernización
institucional. La noción de gobernabilidad democrática basada en
pactos con los actores de hoy sin revanchismos, implica que una nueva opción
democrática tome el liderazgo en tres niveles:
a) Primero, la nueva alternativa podría ser vista
claramente como un partido que destaca por ser una alternativa política con una
estrategia de alianzas específica, cuyo
objetivo sea convertirse en el contrapeso que grandes sectores de la población
están esperando ver frente al régimen de Evo Morales.
b) Segundo, la política de pactos debe ir más allá de las
fuerzas aliadas y contemplar, inclusive, acuerdos con los adversarios, por
ejemplo con las tendencias más moderadas y rescatables del propio MAS, en una
primera instancia.
c) Tercero, el nuevo liderazgo tendría que relacionarse
con diferentes movimientos sociales y grupos corporativos, incorporándolos en
un mapa de acuerdos con las fuerzas sociales que se han empoderado y, en la
actualidad, son un obstáculo para la reconstitución de los partidos políticos. La
estrategia de alianzas exige que un líder alternativo imagine un modus vivendi
con los movimientos sociales corporativistas, pero al margen de prebendas
nocivas para reconstruir la institucionalidad del Estado.
La alternativa a Evo Morales necesita tender puentes y no pensar ingenuamente que se
va a reemplazar la Bolivia pre-moderna por otra impecablemente pos-moderna. Esto
también sería parte de un escenario político que reconozca lo viable en el
país, es decir, armar una visión con la pre-modernidad y la defensa del orden
democrático que implique su modernización en los espacios que son susceptibles
a esta influencia. Encontrar la utilidad política y plantear una serie de fusiones o transformaciones
progresivas, exige priorizar los puntos más importantes para contribuir a la
transformación del presente, en función de una necesaria renovación ideológica.
La izquierda extremista e indianista en Bolivia han fracasado pero,
probablemente, la democracia representativa siga viva aunque a la cabeza de otro
líder, capaz de pelear a muerte por un nuevo rumbo.
Finalmente, la conmemoración de los dos años que
pasaron desde el 21 de febrero de 2016, cuando en el referéndum se dijo no a la
re-elección de Evo, mostró que en las principales capitales de todo el país, la
sociedad salió masivamente a las calles para exigir que su voto sea respetado. Morales
menospreció estas marchas y bloqueos, reprimió las manifestaciones y volvió a
plantear que nadie puede violar su derecho humano a ser elegido. Sin embargo,
el Tribunal Constitucional que aprobó la re-elección de Evo, dejó claro que el
MAS está dispuesto a idear las más absurdas posiciones para forzar la
re-elección indefinida. La suerte está echada y si Evo no da su brazo a torcer,
el país puede caer en una escalada de violencia con consecuencias indeseables.
Evo Morales es absolutamente reemplazable porque así está definido en la
Constitución y en las raíces del sistema democrático.
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