DESPUÉS DE EVO MORALES QUÉ: PROSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN BOLIVIA


Publicado en UNISINOS, Universidad do Vale do Rio dos Sinos, Revista Ciências Sociais Unisinos, V. 54, n. 1 (2018): Janeiro/Abril, San Leopoldo, Brasil, pp. 134.139.



Introducción

Alrededor de toda América Latina resurge una vez más la preocupación en torno a qué tipo de democracias han ido evolucionando los últimos treinta y cinco años. ¿Con calidad, sin calidad, con posibilidades de satisfacción plena en todos los ámbitos de la vida diaria? ¿Se trata de una consolidación, fortalecimiento, debilitamiento, retroceso o imposibilidad de tener un conjunto de democracias legítimas? ¿Los gobiernos elegidos son poliarquías, es decir, intentos democratizadores vinculados a instituciones débiles, caudillismos fuertes y culturas políticas autoritarias, pero con elecciones presidenciales de carácter únicamente formal?
Estas preguntas plantean diversas respuestas aunque confirman que la gran mayoría de nuestros gobiernos democráticos están lejos de impulsar una institucionalidad democrática duradera; es decir, lejos de tener aparatos estatales eficientes, abiertos al escrutinio público, y capaces de ser catalizadores del bienestar social. Así, destacan negativamente los callejones sin salida como la grave descomposición de Venezuela con Nicolás Maduro, la dictadura velada de Daniel Ortega en Nicaragua y las tentaciones neo-estalinistas de Evo Morales en Bolivia, victorioso en las elecciones de 2005 y con ambiciones de re-lección indefinida en 2018.
La discusión política sobre qué sucedería en Bolivia después de que Evo Morales deje, eventualmente, el poder junto con el Movimiento Al Socialismo (MAS), despierta la imaginación y la necesidad de llevar adelante una prospectiva política necesaria. Su gobierno (enero 2006-2018) estuvo signado por una constante campaña electoral, sin políticas públicas definidas y ligado excesivamente al clientelismo con nuevos grupos corporativos de poder como los campesinos cocaleros, mineros cooperativistas y empresarios que buscaron contratos estatales sin ninguna responsabilidad democrática. A esto se suma una política exterior sin rumbo, improvisada y sometida al influjo de actores muy poderosos como China, que vendió a Bolivia una deuda externa de más de 5 mil millones de dólares o la manipulación geo-estratégica de Irán, Rusia y Cuba, países que encandilaron la ideología errática de Evo Morales, quien solamente es capaz de repetir eslóganes anti-imperialistas, sin ninguna evaluación clara de sus convicciones en el debate democrático de largo plazo.
Es fundamental sintetizar las lecciones ideológicas que resaltan en el sistema político boliviano durante estos treinta y seis años de democracia (1982-2018), reflexionando en torno a los aspectos más importantes del debate político. Es ineludible encontrar cuáles son los aspectos principales de dicho debate que podrían ser utilizados para reorientar los liderazgos alternativos al de Evo Morales, a objeto de tener un planteamiento fuerte respecto a cuáles serían las estrategias electorales, de movilización y un mejor posicionamiento político respecto al conjunto del sistema de partidos que debe reconstruirse para enfrentar las tendencias estalinistas del MAS.
El gran daño a la democracia y a la sociedad boliviana, fue vender un discurso de revolución e inclusión indígena cuando, en los hechos, solamente se conformó una nueva élite de clase media que aprovechó las influencias del poder estatal para enriquecerse a gran escala. El caso más patético fue el Fondo Indígena, administrado y estructurado por dirigentes indígenas urbanos y campesinos ambiciosos que lograron desviar a cuentas personales, cerca de 35 millones de dólares por medio de proyectos fantasmas y una actitud arrogante. La ex ministra de Desarrollo Rural, actualmente procesada por corrupción, Nemecia Achacollo, afirmó tajante que “ese dinero era de los indígenas y tenían todo el derecho a comérselo, si así lo querían”. Los proyectos de desarrollo en el gobierno de Evo Morales, fueron vistos por la nueva élite morena y de raíz indígena, como una oportunidad para apropiarse de fondos estatales, aprovechándose de su estancia en el poder. No hubo una verdadera preocupación para transformar las instituciones estatales, ni la gestión pública porque predominó la exuberancia ideológica, despreciándose todo aquello que pudiera identificarse con el Estado democrático moderno.


 Fue muy notorio que los sectores indianistas del MAS plantearan la “descolonización del Estado” que, en el fondo, se convirtió únicamente en la excusa para alterar las normativas y romper los criterios mínimos de una gestión pública racional. En su lugar surgió con fuerza la imposición de visiones unilaterales, el autoritarismo y la actitud exitista de creer que el MAS, los dirigentes indianistas y el mismo Evo “jamás” se equivocaban porque el error solamente podía venir de la derecha y el capitalismo, pero no de los revolucionarios. Así reprodujeron una conducta estalinista sutil pero destructiva como una serie de hechos de corrupción que decepcionó rápidamente a los sectores más optimistas de la izquierda boliviana.
Este artículo destaca algunos problemas de la democracia y las encrucijadas, muchas veces irresueltas, en las que se encuentra el sistema político en Bolivia. ¿Cómo será posible reconstruir o descartar al Estado Plurinacional actualmente vigente? El corazón del régimen democrático representativo, por el momento todavía no ha sufrido grandes cambios, aunque se insista en una transición hacia una democracia étnica, directa o participativa. Si bien se aprobó una nueva Constitución Política en el año 2009, ésta continúa siendo en varios acápites un conjunto de planteamientos retóricos que nunca se cumplieron en la realidad, sobre todo por la existencia de una crisis institucional.

La re-elección a como dé lugar

El principal artículo constitucional que fue desacatado, es el referido al tiempo de duración para los mandatos presidenciales. En el año 2007, durante la Asamblea Constituyente, se propuso la reelección indefinida. Posteriormente, Evo Morales se echó para atrás el año 2009 cuando negoció con la oposición la aprobación final del texto constitucional. En el año 2014 afirmó abiertamente que no cambiaría la Constitución para ser reelegido pero incumplió su compromiso. Volvió a insistir y llevó adelante el referéndum del 21 de febrero de 2016 donde perdió su propuesta reeleccionista. Al año siguiente, 2017, llamó a la consulta el “referéndum de la mentira” y sus asesores en el Poder Ejecutivo obligaron al Tribunal Constitucional para que se apruebe una resolución, autorizando su reelección con carácter indefinido. Evo Morales forzó el sistema político para orientarlo hacia un rumbo autoritario porque, según él, la democracia es inviable sin su presidencia que también trata de instaurar un sistema electoral de partido único.


 Bolivia es un grave ejemplo de Estado anómico, intentos nacionalizadores para centralizar las decisiones económicas y políticas, así como representa un tipo de democracia inestable, fuertemente inclinada hacia el regreso de la dictadura. El Estado pierde cada año 600 millones de dólares en la venta de combustible subvencionado que se vende a 3 bolivianos por litro dentro del mercado interno. Luego, fruto del contrabando que involucra a altos funcionarios estatales y militares, el mismo litro de gasolina es contrabandeado a 7 ó 10 bolivianos en Perú, Brasil y Argentina. La nacionalización de los hidrocarburos fue una mentira gigantesca que atrajo millones para solventar diferentes bonos con carácter populista, así como para seguir dependiendo de la tecnología y la capacidad de inversión y exploración de las transnacionales ligadas a REPSOL, PETROBRAS o TOTAL. Por costos recuperables (costos de explotación de las empresas petroleras bajo los contratos de riesgo compartido), el Estado boliviano ha llegado a pagar a las transnacionales entre 200 y más de mil millones de dólares en el periodo 2006-2014.
En el ámbito estratégico de los hidrocarburos, Evo Morales prefirió seguir con la lógica prebendal en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), donde se cambió cada año, a lo largo de diez, a todos los presidentes de esta corporación, cada uno más incompetente que el otro. La estructura clientelar es tan fuerte que Morales dejó que otra élite se haga cargo de millonarias pérdidas y millonarias estafas. Los diez presidentes de YPFB han estado involucrados en escándalos públicos de corrupción, tráfico de influencias y abusos de poder. La anomia estatal es una estructura inveterada que Morales no pudo cambiar debido a su ignorancia. En el fondo, Evo es solamente una imagen electoral sometida a una campaña permanente a través del canal televisivo Bolivia TV y una red de televisoras donde se invierte cada año cerca de 6 millones de dólares en publicidad política.
El MAS no reestructuró el aparato estatal, ni lo preparó para una transformación profunda que responda a las principales exigencias de la Constitución. Se observa claramente que el sistema democrático presenta una obsolescencia institucional que se manifiesta en la desigualdad e ineficiencia constante, donde los funcionarios de alto rango y los técnicos responsables del diseño e implementación de las políticas públicas, carecen de una carrera como funcionarios públicos.
Nadie tiene estabilidad laboral y mucho menos tienen profesionalismo. Los servidores públicos más antiguos, sobrevivieron porque dan entre 500 y mil dólares de su sueldo a los recaudadores políticos, además de hacer la vista gorda y cocinar estadísticas cuando así se les ordena. La última movilización de funcionarios para el “banderazo” y la campaña de recuperación marítima del 10 de marzo de 2018, reunió a miles sin ganas porque fueron obligados a blandir una tela de 195 kilómetros, en medio de una carretera inhóspita en el altiplano. Quienes no asistieron fueron pasibles de un descuento del dos por ciento de su salario.
Lo contrario a la obsolescencia es la modernización institucional que equivale a la identificación de reglas de conducta claras, la capacidad de instalar unidades de análisis estratégico en cada ministerio y la posibilidad de desburocratizar las estructuras institucionales para facilitar la toma de decisiones pero utilizando la ley, con el fin de evitar que la arbitrariedad se propague, así como las amenazas de corrupción debido al uso indebido del dinero estatal.


Los mensajes ideológicos en este ámbito deben ser precisos: se requiere instituciones fuertes, con capacidad de previsión y respuesta para resolver problemas del desarrollo concretos, sin utilizar la polarización ideológica de izquierda y derecha que perjudique la toma de decisiones, pues éstas deben ser sencillamente oportunas, con conocimiento y respetuosas del conocimiento para que éste prevalezca por encima del excesivo clientelismo. Evo Morales, en doce años de gobierno, tiene las burocracias más pesadas de América Latina y vive de irradiar discursos inútiles como la “descolonización estatal”, un mensaje que siempre terminó en la nada. El Estado no llega a las poblaciones rurales dispersas, es doblegado por el crimen organizado y el contrabando, además de tener uno de los peores sistemas de educación y salud en el mundo.
Por lo tanto, en Bolivia es primordial proteger el concepto y la práctica de la democracia representativa porque ésta continúa siendo el eje del sistema político, incluso pensando en que la democracia comunitaria y directa desde los sectores más desposeídos y populares es una enorme demanda sustentada en las bases de la sociedad civil. El hecho es que todos los sectores sociales siempre buscan mejorar la representatividad de la democracia y del sistema político. Evo Morales intentó destruir a los partidos políticos para favorecer una acción corporativista. Bolivia no es una democracia multiétnica ni indígena, sino una democracia corporativa con capacidad de veto e influencia directa por parte de los allegados al presidente, como los productores de hoja de coca y aquellos que han comprado esferas de poder gracias a sus aportes a las campañas electorales.
Si bien en Bolivia la democracia participativa se amplió a más espacios, como las Gobernaciones y los Gobiernos Municipales, la democracia participativa muchas veces no funciona porque es presa fácil del corporativismo. Esto quiere decir que algunos grupos de interés bien organizados y con dinero, dominan para el logro de sus demandas restringidas sin tener una visión nacional y, sobre todo, sin solidaridad para dar beneficios a las mayorías más necesitadas. La organización de diferentes referéndums como el revocatorio de mandato, los referéndums de consulta sobre las autonomías y el referéndum del 21 de febrero de 2016 donde se cerró las puertas para reelección de Evo Morales, muestran que estos mecanismos de democracia directa no son fáciles de operar.
De cualquier manera, debe insistirse en la necesidad de impedir la reelección indefinida de Morales en lugar de romper, de hecho, con el sistema democrático porque otro de los perjuicios causados por Evo a la democracia, radica en la movilización de miles de campesinos e indígenas pobres, controlados con prebendas y la promesa de una Bolivia que sería capaz de parecerse a Suiza, sobre todo por los, aproximadamente, 20 mil millones de dólares a los que tuvo acceso cuando los precios de los hidrocarburos y minerales estaban a buen precio entre 2006 y 2014. Sin embargo, ninguno de los indígenas tiene capacidad de decisión política porque el gobierno está monopolizado por una clase media profesional insaciable de poder, dinero y llena de autoritarismo.
Para complicar la situación, toda consulta ciudadana, ya sea por medio de referendos y otros instrumentos, muchas veces no fue vinculante. Evo Morales se negó a aceptar los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 que le dijo no a la reelección presidencial. Tampoco reconoció la consulta en el territorio indígena protegido Isiboro Sécure (TIPNIS), donde prefirió seguir con la construcción de una carretera, antes que compensar a los indígenas amazónicos que buscan proteger la naturaleza y mejorar sus condiciones de vida. El MAS y Evo optaron por favorecer la carretera, las empresas constructoras y las previsiones de largo plazo para la economía de la coca que ganará mucho más, en lugar de los derechos indígenas y el derecho a sobrevivir de la Madre Tierra.
La democracia representativa es un complemento directo, necesario y viable junto con la democracia participativa y anti-elitista. Solamente un juego abierto entre partidos políticos representativos podría reconstruir la dinámica de los referéndums como instrumentos de decisión política ligados a la voluntad popular. Los liderazgos alternativos a Morales deben reivindicar la fortaleza de la democracia representativa que muchas veces está sometida a enormes vulneraciones.
En términos ideológicos, es importante denunciar las vulneraciones a la representación política, sobre todo identificando los corporativismos nocivos que desacreditan a la democracia y evitan que los partidos políticos funcionen de manera más dinámica para mostrar que la representación siempre sea de carácter nacional y en beneficio de los intereses de toda Bolivia o de las grandes mayorías, antes de sucumbir a la presión de intereses egoístas de cualquier corporativismo, ya sea sindical, gremial o de algunas élites influyentes. En este caso, la élite sindical de los productores de hoja de coca ha resultado ser altamente amenazante, antidemocrática y violenta.
El vicepresidente, Álvaro García Linera, es quien reitera constantemente que es un comunista de primer orden, una persona que jamás se vio, ni se verá como funcionario público, sino como un revolucionario marxista. Esta demagogia ideológica es la que erosiona la posibilidad de entender el Estado como un escenario de cambio institucional y servicio al bien común. En Bolivia, la ideología revolucionaria muestra la existencia de un Estado sin gestión pública y esto es lo que explica el fracaso rotundo de Evo Morales como presidente, aún a pesar de la legitimidad social que lo llevó al poder hace doce años.

La crisis de Estado: el principal problema

El Ministerio de la Presidencia se convirtió en un escenario millonario para distorsionar la democracia participativa, con la movilización constante de adeptos sindicales y una discreta manipulación de contratos con empresas chinas. El escándalo de la ex concubina de Morales, Gabriela Zapata fue claro en exponer cómo el Ministerio, por un lado, manipuló a campesinos, trabajadores y cocaleros, pero por otro lado avaló el nombramiento de Zapata como gerente de la empresa china CAMC, cuyos contratos con el Estado llegaron a 500 millones de dólares. El show mediático fue tan intenso que el mismo Evo fue extorsionado por Zapata con un supuesto hijo para abrir, inevitablemente, un proceso donde el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito implicaban al presidente y varios ministros.


El control del corporativismo no es fácil pues es una realidad política que tampoco podría ser vencida de inmediato. El corporativismo influye políticamente, ejerce presiones sistemáticas y tiene un poder financiero en las campañas electorales. Evo Morales se benefició directamente de estas presiones en las presidenciales de 2009 y 2014. Sin embargo, esto no significa que otro tipo de líderes democráticos no tengan la posibilidad de superar varios problemas y negociar con el corporativismo. En consecuencia, sería preferible que Bolivia obtenga acuerdos de alcance medio con diferentes sectores corporativos sobre aspectos concretos respecto al pago de impuestos, respeto del medio ambiente y compromisos ecológicos. Esto es vital para controlar rigurosamente a la minería cooperativista. Con los cocaleros, es importante negociar temas de seguridad ciudadana, reducción del crimen organizado vinculado a los narcóticos y la trata de personas, junto con la elaboración de una estrategia boliviana de posible legalización de las drogas y acciones informativas para discutir con mayor profundidad la problemática del narcotráfico y sus preocupantes ramificaciones en las altas esferas del Estado.
Los desafíos de un nuevo líder demócrata radican en la posibilidad de realizar una propuesta modernizante para la reforma del Estado, junto con el reforzamiento de planteamientos con alto contenido social. Bolivia necesita una reforma educativa más profunda y abierta a las influencias de la globalización. Requiere una inversión de, por lo menos, mil millones de dólares para construir hospitales y dotarse de tecnología médica en sus nueve departamentos del país, y necesita también una nueva estructura universitaria para implantar una revolución científico-técnica e intelectual, acorde con la economía de la información y el conocimiento del siglo XXI. En el aspecto político-ideológico, esto exige que las alternativas a Evo Morales siempre se presenten ante los medios de comunicación y la opinión pública como partidos políticos modernos y pragmáticos, cuya ventaja comparativa respecto al MAS consistiría en sus habilidades para negociar y pactar en torno a lo siguiente:
a)      Una agenda electoral con el objetivo de difundir de manera más dominante la estrategia de un país de productores que transforme el patrón de la estructura productiva, sobre la base de una propuesta económica menos paternalista y más afincada en una transformación educativa y de renovación universitaria, es decir, hacer énfasis en una economía basada en los conocimientos.
b)      Proyectos de gobernabilidad para garantizar la estabilidad del sistema político. La tolerancia y la libertad de expresión es lo fundamental. Evo Morales implantó desde 2011, una estrategia para amedrentar a los medios de comunicación independientes y comprar la opinión por medio de publicidad estatal. Esto también lo convierte en un aprendiz de estalinismo, donde el MAS como partido hegemónico siempre tiene la razón y aquel que se atreve a cuestionarlo, sufrirá el escarnio del despido, la persecución y el espionaje para ser extorsionado emocional o laboralmente.
c)      Soluciones y políticas públicas rescatables propuestas por el mismo MAS pero explicitando que Evo Morales ha fracasado frente a los corporativismos que vienen de los campesinos cocaleros, de los mineros cooperativistas y de otros grupos gremiales o empresariales que pretenden burlarse de la democracia representativa. Actualmente, lo más rescatable de las políticas sociales es el pago de la Renta Dignidad para la tercera edad, el bono de permanencia escolar, la reforma educativa Avelino Siñani-Elizardo Pérez, aunque sin los sesgos indianistas, y el régimen de autonomías o gobernaciones para garantizar la estructura descentralizada del Estado.
d)     Es fundamental mostrar que todavía es posible impulsar las decisiones de un líder que antepone los intereses de la Nación boliviana, por encima de previsiones personalistas. Un nuevo líder democrático debe reforzar su imagen como un reformador audaz, negociador y con espíritu globalizado, con alto sentido de responsabilidad social y capaz de articular coyunturas políticas que exijan la consolidación de un centro político sin polarización. Esto beneficia un liderazgo político que renuncia a sus ambiciones personales para transmitir un tipo de liderazgo de mediación, consenso y construcción de escenarios de equilibrio, sin exclusiones.
e)      Es imprescindible pactar un plan definitivo para superar la obsolescencia institucional, especialmente en la Policía boliviana y todo el Poder Judicial, dos ámbitos donde impera la impunidad y se reproduce la inseguridad ciudadana que daña el sistema democrático y el Estado de Derecho. En los doce años de Evo Morales, la Policía y el Ministerio Público son las instituciones que más violaron los derechos humanos en Bolivia, debido a la extorsión y un sistema de justicia basado en el dinero del más fuerte. Otro daño profundo que Morales le hizo a la democracia, fue usurpar desde el Poder Ejecutivo, las funciones de un Poder Judicial corrupto y acostumbrado a chicanear. Desde el año 2009, el MAS inició un procedimiento denominado judicialización de la política, donde persiguió con juicios a varios ciudadanos, sobre todo con un caso denominado “terrorismo”, cuando se trataba solamente de otra estrategia estalinista para descabezar violentamente a toda oposición política.
Las alternativas a Evo Morales y el MAS tienen que ser vistas como nuevos liderazgos estratégicos de modernidad democrática. Esto quiere decir que una nueva opción no se arriesgue a ser una oposición violenta contra el MAS, ni tampoco se convierta en una fuerza de oposición desleal al sistema democrático para forzar su quiebra. La capacidad de ser un líder estratégico se expresa en saber cómo jugar sus posibilidades para acceder al poder político sin desesperación y sabiendo cómo cuidarse las espaldas frente al avance de amenazas dictatoriales.
En Bolivia, es fundamental trabajar en un liderazgo que renuncie a sus comodidades, que fácilmente obtenga conocimiento y pueda reorientar las decepciones que causó Evo Morales, aunque dentro de los marcos difíciles de una estructura estatal que deje de intervenir en grandes sectores de la economía. En la actualidad, casi todas las empresas estatales muestran señales de quiebra como la empresa de tecnología de ensamblaje de computadoras QUIPUS, la empresa de papel PAPELBOL, la de cartón CARTONBOL, de lácteos, LACTEOSBOL, la Agencia Boliviana Espacial, la planta de urea de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y de minerales COMIBOL. Se pensó que la nacionalización y la dinámica planificada de una nostalgia comunista para controlar los medios de producción, llevarían al régimen de Morales hacia una revolución nacional y luego continental. Nada de esto dio resultados satisfactorios. Todo fue un sueño y una pretenciosidad sencillamente descomunal. Lo único que hizo el régimen fue aumentar los volúmenes de gasto fiscal para estimular la demanda interna.
La lista de quiebras se conectó con otro hecho insólito: el desfalco de cinco millones de dólares en septiembre de 2017, donde un funcionario de bajo rango en el Banco Unión, cuyo socio mayoritario es el Estado, sacaba directamente de las bóvedas del banco el dinero en bolsas de nylon sin control alguno. Este hecho fue tan patético que todo el directorio renunció silenciosamente. El principal implicado, un tipo de 29 años, vio que ingresaba al banco dinero a borbotones. Armó una treta con conexiones internas y tomó la decisión de robar a manos llenas porque, según él, “no robaba a los ahorristas, sino a los que tenían de sobra”.
El lavado de dinero agrava todavía más la situación del Estado anómico en Bolivia y, por lo tanto, la estabilidad macroeconómica es momentánea y frágil, así como es terrible la descomposición en el funcionamiento de impuestos nacionales, la manipulación de la independencia del Banco Central de Bolivia, y de la Aduana que espantan cualquier posibilidad de inversión extranjera directa.
Las claves ideológicas de un líder nacional alternativo a Evo, deben expresarse en su habilidad para pactar con otros partidos de oposición y con los actores sociales. Acercarse al pueblo sin tácticas clientelares de corto plazo es imprescindible, salir a buscarlo y ser parte de los estratos populares, interactuando con la gente y su vivencia cotidiana, debe replantear la necesidad de pensar la equidad como el eje de una agenda democrática para el bienestar social. El MAS y Evo Morales acrecentaron la desigualdad donde hay ciudadanos que logran ingresos de 400 dólares mensuales frente a empresarios privados y funcionarios políticos de élite que se llevan entre 5 y 10 mil dólares de sueldo.

Conclusiones

Evo Morales puede ser vencido si se presenta o surge un partido político que pueda explotar los criterios de gobernabilidad política y democrática, entendida como aquel sistema basado en el criterio de orden político. Una de las paradojas de la democracia boliviana consiste en aquel vaivén que va de la superación de todo tipo de exclusiones, hacia la aceptación de presiones, demandas y conflictos que son sumamente desestabilizadores con tendencia a la destrucción del mismo sistema democrático.
El mensaje ideológico que debe asumir un nuevo líder, gira en torno a la necesidad de construir y proteger el orden político, imaginando formas de control de la ingobernabilidad y proponiendo la negociación para desbaratar los conflictos más perjudiciales que, con el pretexto de la participación democrática, buscan diseminar la anomia política. Aquí destacan los campesinos cocaleros vinculados con la economía del circuito coca-cocaína y aquellos dirigentes indígenas que sucumbieron ante la corrupción como el caso del Fondo Indígena.
El nuevo líder tiene que considerar la construcción de un centro equilibrador sobre la base del impulso de la modernidad política como criterio ideológico para rescatar la democracia representativa, pero desde una identidad liberal democrática. Construir un sistema político que domestique los problemas de ingobernabilidad, pero no desde un modelo retórico, sino asumiendo algunos riesgos sobre cómo manejar la presión de los intereses y actores corporativos, cómo gobernarlos, cómo actuar dentro de un sistema político que sobrevive a pesar de la influencia de los actores corporativistas, puesto que éstos no van a desaparecer.
El liderazgo de oposición tiene que agregar un perfil de mayor agresividad a su fuerza de atracción social, que combine con una imagen que sabe cómo poner en práctica una serie de planteamientos. Bolivia requiere de un hombre de acción y experiencia pero también más transgresor, por la audacia para pensar un centro articulador que salvaguarde el orden democrático. El camino hacia el centro del escenario ideológico no es una estrategia en sí, sino la posibilidad de pensar en un escenario político donde el líder de la democracia representativa recuperada, se presente como el partido que articula un triángulo de pactos con tres puntas: democracia, economía eficiente inserta en la globalización y nacionalismo, evitando toda polarización que acaba con cualquier posibilidad de desarrollo. En un escenario de centro, el Estado Plurinacional puede ser complementado con la necesaria modernización institucional. La noción de gobernabilidad democrática basada en pactos con los actores de hoy sin revanchismos, implica que una nueva opción democrática tome el liderazgo en tres niveles:
a) Primero, la nueva alternativa podría ser vista claramente como un partido que destaca por ser una alternativa política con una estrategia de alianzas específica, cuyo objetivo sea convertirse en el contrapeso que grandes sectores de la población están esperando ver frente al régimen de Evo Morales.
b)  Segundo, la política de pactos debe ir más allá de las fuerzas aliadas y contemplar, inclusive, acuerdos con los adversarios, por ejemplo con las tendencias más moderadas y rescatables del propio MAS, en una primera instancia.
c) Tercero, el nuevo liderazgo tendría que relacionarse con diferentes movimientos sociales y grupos corporativos, incorporándolos en un mapa de acuerdos con las fuerzas sociales que se han empoderado y, en la actualidad, son un obstáculo para la reconstitución de los partidos políticos. La estrategia de alianzas exige que un líder alternativo imagine un modus vivendi con los movimientos sociales corporativistas, pero al margen de prebendas nocivas para reconstruir la institucionalidad del Estado.
La alternativa a Evo Morales necesita tender puentes y no pensar ingenuamente que se va a reemplazar la Bolivia pre-moderna por otra impecablemente pos-moderna. Esto también sería parte de un escenario político que reconozca lo viable en el país, es decir, armar una visión con la pre-modernidad y la defensa del orden democrático que implique su modernización en los espacios que son susceptibles a esta influencia. Encontrar la utilidad política y plantear una serie de fusiones o transformaciones progresivas, exige priorizar los puntos más importantes para contribuir a la transformación del presente, en función de una necesaria renovación ideológica. La izquierda extremista e indianista en Bolivia han fracasado pero, probablemente, la democracia representativa siga viva aunque a la cabeza de otro líder, capaz de pelear a muerte por un nuevo rumbo.
Finalmente, la conmemoración de los dos años que pasaron desde el 21 de febrero de 2016, cuando en el referéndum se dijo no a la re-elección de Evo, mostró que en las principales capitales de todo el país, la sociedad salió masivamente a las calles para exigir que su voto sea respetado. Morales menospreció estas marchas y bloqueos, reprimió las manifestaciones y volvió a plantear que nadie puede violar su derecho humano a ser elegido. Sin embargo, el Tribunal Constitucional que aprobó la re-elección de Evo, dejó claro que el MAS está dispuesto a idear las más absurdas posiciones para forzar la re-elección indefinida. La suerte está echada y si Evo no da su brazo a torcer, el país puede caer en una escalada de violencia con consecuencias indeseables. Evo Morales es absolutamente reemplazable porque así está definido en la Constitución y en las raíces del sistema democrático.

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