EL MUNDO ES UN PAÑUELO (COLONIZADOR)


Cuando escuchamos decir que el mundo es un pañuelo, nos asombramos por las diferentes formas en que estamos interconectados y podemos acercarnos unos a otros. Si el pañuelo se desdobla para caber en una mano, entonces da la impresión de que todo está a pleno alcance. Esta misma forma de ver las cosas puede, tranquilamente, hacernos pensar en lo que significa la globalización. Hoy día es más fácil para millones de personas saber detalles acerca de la vida de Michael Jackson, quién es Plácido Domingo, Lionel Messi, Antonio Berlusconi, Barack Obama, Nelson Mandela u Osama Bin Laden; sin embargo, paradójicamente muchas veces no tenemos mucha idea sobre los nombres de nuestros vecinos. El mundo parece haberse transformado en un pañuelo porque todos estamos cortados con la misma tijera al encontrar los mismos gustos, modas y formas de actuar en la sociedad de masas global.

La globalización es un fenómeno cultural, político, económico, social y tecnológico donde no hay casi ningún rincón del planeta que no use computadoras, teléfonos inteligentes, Internet, vehículos Ford, GMC o Toyota. Los antibióticos, medicamentos contra la malaria y otros fármacos que se emplean en el mundo, han prolongado la esperanza de vida de los campesinos del Tercer Mundo (con todo y su pobreza), mucho más allá de lo que fue la esperanza de vida en promedio a inicios del siglo XX en los países ricos de Europa y Estados Unidos. Los tremendos problemas financieros de Wall Street o la crisis de la euro-zona, son realidades que impactan a multitudes en el orbe internacional. Esto refleja la globalización, cargada de virtudes y defectos, de beneficios y costos. El proceso globalizador articula cientos de países y miles de ciudadanos, aunque al mismo tiempo daña las posibilidades de subsistencia debido a que se incrementó la concentración de la riqueza en muy pocas manos, haciendo que la cultural global sea profundamente inhumana.

Por otra parte, la globalización expresa la interdependencia entre varias sociedades y economías. El vocablo globalización evoca también, en la mayoría de las personas, a un proceso muy reciente que involucra la multiplicación de las inversiones, exportaciones e importaciones, así como los movimientos de capital sin restricciones alrededor del mundo. Pero la globalización no es solamente económica, no es un fenómeno reciente, ni tampoco se desarrolla o va desarrollándose en línea ascendente, sin conflictos que aminoren o hasta detengan por un tiempo su marcha envolvente.

Asimismo, la globalización podría ser entendida como un síndrome de larga data que, probablemente, comenzó desde el siglo XV en Europa con exploraciones y conquistas de tierras y culturas distintas del mundo occidental. La diseminación e imposición de las formas de vida e intereses de Occidente fueron iniciadas por los Estados nacionales europeos, encabezados originalmente por Portugal y España. Otros países les seguirían notoriamente como Francia e Inglaterra.   

Las expediciones que antecedieron a las europeas de los siglos XV y XVI (de los vikingos desde el norte de Europa hacia Norteamérica o los chinos en el Pacífico e Índico), no tuvieron consecuencias duraderas. Representaron simples episodios sin seguimiento. Se suspendieron, fueron esfuerzos perdidos que se recuerdan hoy como curiosidades históricas. En contraste, la Europa renacentista partió con un ánimo conquistador donde Occidente dejó una huella imborrable hasta la actualidad. Esto es irreversible, así como la globalización constituye un fenómeno objetivo que debe ser asumido como tal. Cuando se habla de los distintos tipos de crisis del capitalismo, es absurdo predecir el final de éste y de la misma globalización.

La era de las colonizaciones incorporó remotas regiones del mundo a la economía europea, a las luchas de poder entre los Estados de Europa Occidental y a las diversas expresiones religiosas del cristianismo. Del mismo modo se expandieron las lenguas como el español e inglés. Lo curioso es que los residuos de la colonización en diferentes partes de la tierra se mantienen sutilmente hasta el presente. Durante los albores de la globalización, en lo económico prevaleció la tesis mercantilista, es decir, una forma temprana del capitalismo en la que el Estado jugó un papel muy importante.

La doctrina mercantilista incluso hoy impulsa la noción de prosperidad que descansa en la capacidad de crear y mantener una balanza comercial favorable: vender mucho a otros Estados, comprar estratégicamente y subordinar otras economías débiles, razón por la cual, el sentido de la racionalidad occidental sigue cultivando un propósito colonizador de forma tenue y persistente. Las consecuencias neocoloniales todavía están vigentes y, simultáneamente, son una gran fuerza descubridora que dio lugar al sistema internacional que conocemos. El mundo es un pañuelo colonial donde nuestras vidas son marcadas sin mucha resistencia.

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