El
fútbol en Bolivia es, efectivamente, un verdadero deporte rey. No sólo porque
goza de la mayoría de fervientes hinchas en la liga profesional, sino también
porque es practicado por todo tipo de clases sociales. Los fines de semana, ¿quién
no tiene ya formado su equipo para salir en busca del título en algún
campeonato de villa, o simplemente para relajar los nervios corriendo, pateando
y gritando en las canchas de la Avenida del Poeta, coliseos o las azoteas de
múltiples edificios de la calle Isaac Tamayo?
En
gran medida, el fútbol ha demostrado ser un mecanismo para construir identidades colectivas transitorias;
por ejemplo, recordemos los partidos jugados y ganados durante la clasificación
boliviana al mundial de Estados Unidos 1994, que hicieron posible momentos de
pertenencia irrenunciable y única a una nacionalidad boliviana, a través de
sendas marchas de confraternidad y masivas concentraciones en plazas públicas
de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Oruro o Sucre, donde el "Himno
Nacional" o el "Viva Mi Patria Bolivia" se cantaban con el
convencimiento de que el triunfo de la selección era, al mismo tiempo, el
triunfo de cada uno de los habitantes de este país, mientras que en algún
programa deportivo se escuchaban gritos en las calles para preservar una
victoria que permitiera encontramos con nosotros mismos, es decir con aquella única
excusa para articular una visión nacional.
Una
vez concluidos aquellos pasajes de identidad nacional, encontramos nuevas
situaciones en las cuales el fútbol continúa promoviendo identidades locales, por
intermedio de campeonatos de fútbol popular en diferentes barrios de nuestra
ciudad. Lo nacional se disuelve ahora para llegar a constituir, gracias al fútbol,
lo alteño, lo paceño, lo miraflorino, los camioneros del Sector Cementerio o
los artesanos y pollereros de Kollasuyo y el Tejar.
Fútbol y compadres
Al
margen de la copa mundial, se puede apreciar que los campeonatos de fútbol
organizados en algunas barriadas y villas como Pampahasi, Villa San Antonio
Alto, Villa Salomé, El Tejar, la Zona Sur y Villa Brasil de Río Seco,
representan un mecanismo de integración urbana y generación de compadrazgos muy
similares a los de una gran fiesta. Los camioneros y sindicatos de minibuses de
cualquier rincón del país reconocen al fútbol como el lugar donde se puede
conseguir compadres en quienes confiar.
En
las urbes, cualquier persona puede organizar campeonatos de fútbol donde aflora
un compadrazgo especial porque la solidaridad de un equipo en la cancha,
prácticamente se traslada a nuestra vida diaria. No es infrecuente encontrar
ayuda en el trabajo con quienes también se juega en una liga popular. Ahí están
todos, inclusive si va a celebrarse alguna fiesta, y si surge un problema en el
sindicato de transportistas, precisamente son los compadres futboleros que
aconsejan y acompañan en todas las reyertas.
En
condiciones de marginalidad social, las clases populares se amparan en la institución
social del compadrazgo, lo cual les permite estructurar algunas estrategias
para afrontar las difíciles condiciones sociales de metrópolis como La Paz,
Cochabamba o Santa Cruz. En este sentido, el fútbol de villa se convirtió en
una red de reciprocidad basada en relaciones de intercambio, las mismas que
refuerzan situaciones de lealtad, agrupación y protección contra algún tipo de
amenaza o agresión. Por esto, no es raro que si un grupo de compadres gana un
campeonato; poco después, la misma capacidad los siga acompañando para vencer
un trámite engorroso en la burocracia de la Alcaldía. Del equipo saltan nuevos
contactos que conectan al equipo con aquella cultura informal del amigo que
agiliza algún procedimiento y, por último, refuerza el aprecio en los equipos
de fútbol que van reproduciendo sin cesar diversos campeonatos.
Durante
los partidos entre zonas, cada equipo busca encarnar la representatividad de su
barrio en torno a criterios de competitividad, juego limpio y bríos; al mismo
tiempo que, gracias al deporte, mucha gente puede adaptarse mejor a la villa
donde vive, conocer a sus vecinos y organizarse inclusive en juntas vecinales.
La
Liga Deportiva El Tejar es una famosa institución que ya lleva desarrollando más
de 40 años de actividad; en sus canchas jugaron gente talentosa. Para El Tejar
se hizo una costumbre ganar las copas anuales inter-barrios. El fútbol es un
núcleo aglutinador de toda la zona del Cementerio Central, la avenida Kollasuyo
y El Tejar, lo cual les permite diferenciarse con orgullo, de otros sectores de
la ciudad y otros estilos de juego.
Los
partidos del Tejar aglutinan por lo menos diez villas y es una auténtica tradición
en la ciudad de La Paz, además es un juego duro. Quienquiera que presencie o participe
de los juegos contra el sector de Munaypata o la zona del Matadero, puede ver
claramente múltiples formas de integración porque es a través del fútbol que
los distintos clubes y equipos se hacen una imagen sobre los barrios
contendores, estableciéndose principios de di-visión; es decir, dos visiones en
las que se expresa lo que uno es y lo que son los otros, lo que uno puede y lo
que los otros no pueden, lo que uno no posee y lo que los otros tienen.
Integración barrial
La
integración social urbana en los diferentes barrios populares obedece a
diversos mecanismos sociales y donde los deportes y el fútbol resaltan como
instituciones vitales de auto-organización civil. El fútbol popular es un
instrumento para reunir a los vecinos, hacer amigos y discutir los problemas
del lugar, organizándose luego diversas iniciativas espontáneas. Los barrios de
reciente formación enfrentan muchas carencias pero nadie puede impedir que
salga exitoso el primer campeonato de fútbol donde se movilizan esfuerzos
emprendedores.
A
través del fútbol puede conocerse a la mayoría de nuestros vecinos: chóferes,
profesionales, comerciantes, trabajadores de imprentas y maestros.
Naturalmente, muchos no juegan pero sí asisten a ver los partidos, integrar las
barras y tomar cervezas después del juego; es así como uno se entera de los
problemas de algunas familias, los nombres, apellidos, quien tiene tal o cual
cosa y, por supuesto, quiénes están interesados en formar la junta de vecinos
para reclamar ante la alcaldía.
Para
algunos grupos, el fútbol urbano popular parece representar un recurso social
de articulación de intereses e identificación
de oportunidades para ser reconocido y tomado en cuenta por los otros. Los
campeonatos son una forma de interiorizarse de los problemas del entorno municipal,
a través de conversaciones durante los momentos previos y después de los
partidos. Si el padre no juega, lo hacen los hijos llegando a establecerse
relaciones de convivencia barrial y mutua aceptación. El fútbol popular es una
ocasión más para la bebida, borracheras y violencia que también caracteriza a
este deporte de masas.
Las
relaciones de amistad basadas en intereses comunes (deportes, juegos,
diversiones), y cimentadas en una relación emocional o de ayuda mutua más o
menos intensa, tienden a convertirse en una amistad de grupo, en relaciones de
parentesco y en cierto tipo de identidad local por el hecho de juntarse habitualmente
para realizar actividades en común. En los momentos del mismo juego, de la
derrota o la victoria, de la organización del torneo o las reuniones de las
ligas inter-barriales para planificar el rol de partidos, fácilmente brotan
relaciones de pertenencia cargadas de emotividad y diferenciación, lo cual
puede llegar a promover circunstancias de reciprocidad.
Tanto
la confianza como la reciprocidad son variables psico-sociales dinámicas que
pueden medir, llegado el caso, la capacidad y voluntad de dos personas o grupos
que están involucrados en una relación para intercambiar favores de todo tipo,
bienes, servicios e información. En el fútbol se pueden encontrar diferentes
formas de trato y diferentes comportamientos esperados, incluyendo muy
especialmente la creencia de pedir y otorgar favores; toda esta trama sirve
para estudiar las formas de participación popular que los actores urbanos ponen
en marcha en diferentes villas.
En
la dinámica del fútbol popular se niega toda actividad política relacionada con
los partidos políticos. Para muchos, si hay que participar en los barrios y dar
un poco de tiempo para otras cosas que no sean personales, debe ser a través
del deporte, apoyando el fútbol. Sin embargo, las asociaciones de deportes
politizan a las ligas barriales para movilizar también intereses elitistas que
bloquean el desarrollo del deporte recreativo y competitivo, para favorecer
solamente recaudaciones oscuras que fomentan un micro-clientelismo irrefrenable.
La
mayoría de los campeonatos de villa no quieren que los sindicatos, agrupaciones
ciudadanas o los partidos se infiltren en las ligas, porque traerían divisiones
o enfrentamientos que poco a poco terminarían con las relaciones de confianza. Al
entrar la política en la liga profesional del fútbol boliviano todo decayó y se
manipuló. Sin embargo, como se suele escuchar en las transmisiones deportivas
por televisión o radio, el fútbol realmente es una pasión multitudinaria, a la
vez que un momento en el que salimos hacia la búsqueda de la diversión y el
juego, pero finalmente encontramos a los otros aprendiendo
a convivir con la identidad popular del fútbol como espacio de articulación.
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