Las
espeluznantes inundaciones en Perú durante el mes de marzo de este año 2017 fueron
súbitas, devastadoras y difíciles de enfrentar. Todo está directamente
relacionado con el cambio climático. Este fenómeno es un hecho. Está frente a
nosotros y va a cobrar muchas vidas, destrozando las ilusiones de
supervivencia. Prácticamente en toda América Latina se han incrementado los
desastres naturales, sobre todo cuando vemos el péndulo que va de lluvias tormentosas
hacia sequías desesperantes. Así se acrecienta la desaparición de la diversidad
ecológica de plantas, insectos y animales. El género humano está cada vez más
indefenso ante la madre tierra, al mismo tiempo que pagará un alto precio por
su intervención maligna al explotar irracionalmente los recursos de la misma
naturaleza.
No
hay crimen perfecto. Los seres humanos debemos paliar la destrucción del medio
ambiente y, por lo tanto, actuar inmediatamente para reducir los efectos
negativos del cambio climático. A este escenario se incorporan, además, el
surgimiento de pandemias y situaciones dramáticas de desnutrición,
sobrealimentación o amenazas de cáncer debido a una dieta insegura. Estos problemas
van a necesitar políticas públicas mucho más complejas en su diseño e
implementación, exigiendo demasiado a los Estados, los cuales, por lo general,
todavía no han imaginado otras formas de desarrollo más allá del mercado, la
sobreexplotación de la tierra y la acumulación ilógica de riqueza. ¿Todos están
preparados por igual para controlar debidamente los efectos del cambio
climático en la región?
El
bienestar de la población se ve intimidado por los fenómenos climáticos que ya
llegaron o están por venir. Especialmente cuando se habla de la escasez de
agua, disponibilidad de alimentos y la desaparición de los nevados, la gran
mayoría de los gobiernos de América Latina intervienen muy lentamente o de
forma ineficiente. Diferentes encuestas han mostrado que en las percepciones de
la sociedad existe un desconocimiento sobre el cambio climático o información
fragmentada, pues el calentamiento global junto con sus impactos en los
ecosistemas, tienden a ser entendidos únicamente como la contaminación
medioambiental debido al estilo de vida moderno en las grandes metrópolis. Sin
embargo, eso no es todo.
Hoy
día, el cambio climático comienza a ser visto como un tema de “seguridad global”
porque constituye un enorme desafío para el mantenimiento de la paz y la
seguridad en el ámbito internacional. En consecuencia, emerge la necesidad de
una mayor cooperación a nivel multilateral, regional y mundial con el objetivo
de enfrentar las imprevisibles consecuencias del deterioro ambiental.
El
análisis del cambio climático es un factor que detona varias emergencias en
todo el continente, además de las contradicciones que afectan a todo el mundo
como efecto de las migraciones internacionales, la superpoblación, la
urbanización contaminante, el aumento de los conflictos sociales y la ingobernabilidad
de aquellos sistemas políticos débiles que no poseen una institucionalidad con
la capacidad de fomentar políticas públicas que, de alguna manera, ofrezcan
soluciones para los terribles daños en el futuro próximo.
La
definición establecida en la Convención Marco de las Naciones Unidas, explica
que el cambio climático se refiere a un conjunto de transformaciones del clima,
atribuido, principalmente, a las actividades humanas que alteran la composición
de la atmósfera mundial, sumándose a la variabilidad climática natural
observada entre los años noventa y comienzos del siglo XXI. Son las acciones
del hombre que directamente están liquidando el medio ambiente y generando las
peores condiciones para que cambie el clima, sobre todo porque el aparato industrial
a escala universal y la dinámica del desarrollo económico colisionan,
indefectiblemente, con la protección de los recursos naturales y la
preservación de los ecosistemas alrededor del mundo. ¿Qué hacemos?
Las
reacciones gubernamentales son tardías, lentas, demasiado burocráticas e inútiles,
específicamente en los Estados que carecen de instituciones sólidas y están
sujetos a la improvisación o la retórica sin intervenciones substanciales y
duraderas que realmente beneficien a la gente. Necesitamos políticas claras,
uso de recursos económicos y humanos en forma eficiente y, lo más importante,
abandonar la economía extractiva, es decir, dejar de explotar los recursos
naturales como si fuera lo único que importa para sobrevivir cuando esto, en el
fondo, nos está matando.
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