CAMBIO CLIMÁTICO COMO EMERGENCIA INMEDIATA




Los desastres naturales siempre estuvieron presentes en la historia de la humanidad. Inundaciones, sequías, tormentas, terremotos, epidemias y plagas de enormes proporciones. El desarrollo de la vida humana y animal está sometido a las poderosas fuerzas de la naturaleza. Sin embargo, los fenómenos actuales como el calentamiento global, el cambio climático y los desequilibrios ecológicos se convirtieron en las nuevas amenazas que replantean el problema de la extinción de la raza humana y la destrucción irreversible de la propia naturaleza, fruto de las acciones depredadoras del hombre.

Bienvenidos, entonces, al antropoceno: la nueva época geológica que representa un cambio planetario donde el ser humano ha causado y sigue causando un profundo y demoledor impacto sobre los equilibrios sistémicos del planeta tierra: armas nucleares, sobrepoblación y sobreexplotación de los recursos naturales son algunos de los intimidantes ejemplos que marcarán las posibilidades e imposibilidades de vida para las nuevas generaciones.

En la vida cotidiana de millones de personas, el cambio climático está generando una serie de supuestos y desconfianzas sobre sus impactos a largo plazo. Al mismo tiempo, este fenómeno está asociado a dos causas antropogénicas estructurales; es decir, las acciones humanas desencadenan los siguientes efectos.

El primero se relaciona con el consumo excesivo de petróleo, gas, gasolina, combustóleo, carbón mineral, etc., todos utilizados en cantidades gigantescas por los sectores industriales y el transporte de bienes, movilidad de personas, producción de energía, contratación de servicios y el funcionamiento de los hogares, gobiernos y ciudades superpobladas. El espacio fundamental de este efecto son las grandes metrópolis, el punto de encuentro de múltiples contradicciones: lujo y desperdicio, pobreza y riqueza descomunal, sobrealimentación y marginalidad, comodidad y explotación irracional de todas las fuentes de energía. La ciudad puede ser el principio y el fin del capitalismo postindustrial.

El segundo está ligado con la deforestación de los bosques, selvas, matorrales y manglares, ya sea para emplear técnicas de tala y quema con el fin de reemplazarlos por cultivos, áreas de ganadería, o para promover asentamientos humanos, la urbanización de éstos y el desarrollo turístico.

Cada año, en los países menos desarrollados se pierden millones de hectáreas de masas boscosas. Detrás de esto se oculta el sueño de ser un país industrializado a costa de provocar una crisis ecológica irreparable, resultante de la ambición del hombre que fomenta serios desequilibrios dentro de la naturaleza e incide en la misma reproducción del género humano. La raza humana perdió el respeto por el planeta y pone en duda su aprecio por la vida en todas sus formas.

El cambio climático es, por lo tanto, uno de los problemas más graves de carácter social, político, ético y económico en el siglo XXI porque de éste depende la calidad de vida de las generaciones futuras, en un mundo enfermo e incapaz de regresar a un punto cero para reconstruir los ecosistemas.

El análisis del cambio climático es un factor que detona varias emergencias en todo el continente, además de las contradicciones que afectan a todo el mundo como efecto de las migraciones internacionales, la superpoblación, la urbanización contaminante, el aumento de los conflictos sociales y la ingobernabilidad de aquellos sistemas políticos débiles que no poseen una institucionalidad con la capacidad de fomentar políticas públicas que, de alguna manera, ofrezcan soluciones para los terribles daños en el futuro próximo.


Cualquier mitigación y adaptación al cambio climático puede sintetizarse en tres políticas cruciales: a) reducir el uso excesivo de combustibles fósiles; b) disminuir substancialmente la deforestación; y c) incrementar el bienestar social, con el objetivo de cambiar de conducta e incentivar una mayor cohesión y cooperación de todos los países para reducir los grados de marginación, pauperización, desorganización y erosión social, pues el cambio climático golpeará con mayor inclemencia a los pobres y la gente sencilla de América Latina. La decisión está en las manos de todos.

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