EL ESCEPTICISMO SOBRE LAS CIENCIAS EN EL SIGLO XXI




Es increíble cómo regresan con fuerza las críticas en contra de la utilidad de la ciencia. El siglo XXI trae una serie de revoluciones, especialmente en el mundo de las telecomunicaciones, la genética humana y todo tipo de innovaciones con inteligencias artificiales, es decir, las maravillas del dominio informático y cibernético. Sin embargo, se queda un mal gusto en el aliento de la humanidad. ¿Para qué sirven las ciencias y las revoluciones teóricas, cuando han retornado, al mismo tiempo, diferentes formas de barbarie como múltiples guerras a escala global, junto a la persistente miseria y represión de millones de seres humanos en distintos puntos del planeta?

Estas mismas interrogantes fueron planteadas por la Academia de Dijon en 1750, cuando convocó a un famoso concurso de ensayos con el tema: “si el restablecimiento de las ciencias y las artes ha contribuido a depurar las costumbres”. El ganador fue Jean Jacques Rousseau, quien en su ensayo “Discurso sobre las ciencias y las artes”, utiliza un magistral estilo retórico. Para Rousseau, ya desde la Enciclopedia, “(…) nuestras almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacia la perfección”. Este problema es visto como un martirio estructural que afectaría a toda época pues la ciencia es también un arma destructiva. Por un lado, el calentamiento global y la crisis del medio ambiente hacen que la ciencia busque alternativas de solución para salvar a la humanidad pero, por otro lado, fue el desarrollo científico aplicado al capitalismo industrial y postindustrial que está destruyendo el planeta.

Las críticas demoledoras del clásico pensador político se mantienen hasta hoy. Rousseau tuvo un fuerte sentimiento escéptico sobre la utilidad del conocimiento para cambiar el estado de las cosas. Asimismo, expresaba una consternación porque si conocer es sufrir, entonces desembocamos en una actitud socrática donde resultaría mucho mejor admitir nuestra ignorancia, antes que las vanidades de la ciencia, gangrenada al someterse a los poderosos, así como las artes degeneran al subordinarse al lujo.

Para Rousseau, el filósofo Sócrates despreciaría nuestro desarrollo científico porque éste sólo contribuiría a incrementar esa serie de libros que inundan arrogancia y contradicciones. El conocimiento es poder y al mismo tiempo vanidoso y ensimismado. Todo el mundo olvidó el cultivo de las virtudes, encerrándose en sus prejuicios, egocentrismos y la estupidez interior de no poder reconciliar el pensamiento con sus consecuencias. El desajuste del Gran pensamiento y la Gran creatividad, respecto a su incapacidad para alcanzar los ideales de la justicia social, como también lo identificó George Steiner, es simultáneamente una fuente de melancolía. El escepticismo en torno a las ciencias y el pensamiento se revela como un rechazo a los efectos contradictorios de la modernidad y sus supuestas virtudes para efectivizar una sólida vida democrática, junto a la superación de toda forma de desigualdad. La ciencia del siglo XXI ha sido incapaz de erradicar la desigualdad y la pobreza en el mundo.

Este pesimismo crítico transmite un temprano rechazo a la modernidad, al observar que la ciencia y la enorme producción de conocimientos no pueden detener el arrollador impulso donde se sacrifica lo verdaderamente humano, en beneficio del enriquecimiento concentrado en pocas manos, el interés por las veleidades materiales de la riqueza y donde el Estado, muchas veces traiciona el contrato social para reprimir las voluntades individuales y atentar contra la libertad.

En opinión de Rousseau, es más saludable dejar discípulos a partir del ejemplo y la memoria de la virtud. ¡Es hermoso enseñar así a los hombres!, solía decir. Estas ideas ayudan a discutir el valor de los intelectuales, científicos y artistas, en una era de conflictos violentos y reformas espurias en los sistemas democráticos. Nos obliga a tomar posturas claras sobre las funciones que cumplen la ciencia y crítica como instrumentos de intervención en la política y la sociedad, y como recursos para educar las virtudes humanas.

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