La
Asamblea Constituyente fracasó estrepitosamente hace diez años (2006-2007). El
elemento central de este problema, no radicó solamente en las demandas de Sucre
para recuperar los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino en la incapacidad
crónica de 255 asambleístas que jamás pudieron trabajar con autonomía, compromiso
con el cambio y disciplina ligada a resultados claros y substanciales. El
trabajo siempre marchó por lo marginal, por lo innecesario, por la senda de lo
inútil hasta transformarse en un enorme “mocochinchi” atascado en la garganta
de millones de bolivianos. Al suspenderse las plenarias desde el 15 de agosto
de 2007, la
Constituyente fue una bola que no pudo ser escupida, ni
tragada por nadie. Lo más peligroso y decepcionante fue que en este
atascamiento, las ilusiones para refundar el Estado murieron de asfixia.
La falta
de oxígeno liquidó los informes de las 21 comisiones que no tuvieron una precisión
sobre cómo viabilizar una Constitución donde algunas políticas de modernización puedan
conectarse, de manera realista, con participación de la sociedad civil. En la Asamblea erupcionó con
demasiada fuerza la confrontación ideológica entre izquierda y derecha que
culminó en la oferta irresponsable de maravillas. Muchas comisiones trataron de
comprometerse con exigencias de un montón de sectores que degeneraron en una
actitud populista. En este contexto, debemos entender por populismo la relación
ambigua e irresponsable entre caudillos y masas embelesadas con promesas
heroicas. Estos rebrotes populistas se expresaron en varios artículos constitucionales
que nunca podrán cumplirse porque están atados a cosas irreales; por ejemplo, la Comisión de Desarrollo
Económico y Finanzas defendió, en su informe de mayoría, una economía
comunitaria sin pensar en lo más mínimo cómo enfrentar los problemas bolivianos
donde el mundo de la economía informal y el contrabando son una fuerza
impresionante. Los gremiales en Bolivia expresan vivamente la economía de mercado
y esto lo aceptan también las clases populares para quienes una “economía
comunitaria” es simplemente una fábula ininteligible y ajena.
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