LA DERROTA DE EVO MORALES EN EL REFERÉNDUM DEL 21 DE FEBRERO DE 2016




Los intentos por legitimar una cuarta reelección presidencial para Evo Morales, motivaron la organización de un Referendo Constitucional el 21 de febrero de 2016. Morales fue vencido rotundamente porque la población se declaró en contra de la modificación del artículo 165 de la Constitución que prohíbe una nueva postulación del presidente. La victoria del No a la reelección sirvió para poner un freno a las aspiraciones políticas de una búsqueda hegemónica que puede ser caracterizada como autoritarismo competitivo, lo cual significa apoyar la realización de elecciones, consultas ciudadanas y utilizar diferentes mecanismos democráticos para aparentar el fortalecimiento de la soberanía del pueblo. Sin embargo, el objetivo principal es la imposición de una sola opción: la permanencia del MAS y Evo Morales en el poder.

El autoritarismo competitivo es una nueva estrategia antidemocrática en la toma de decisiones donde trata de visualizarse una imposición hegemónica que refuerce el caudillismo y el presidencialismo, abiertamente en contra de un sistema democrático de balances de poder y pluralismo representativo. Alrededor de ciento cuarenta mil votos de diferencia entre la opción ganadora del No sobre el Sí para modificar la Constitución Política del Estado, cortaron la reelección del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera. Por lo tanto, estuvo claro que el No permitió recuperar un compromiso democrático que Bolivia tiene, precisamente para limitar la concentración del poder alrededor de una sola persona y, si existe la posibilidad de que el MAS permanezca por un largo tiempo en el sistema político, deberá ser con la existencia de liderazgos y proyectos alternativos sin el caudillismo de Evo Morales.

El discurso dominante alrededor de Evo Morales, el poder indígena y los movimientos sociales se ha agotado. Hacia adelante, probablemente queda una visión de país donde se consolide la concepción de un Estado Plurinacional, pero al mismo tiempo una nueva caracterización que lleve a Bolivia hacia la unidad, mayor cohesión y convergencia. El liderazgo de Evo Morales sigue siendo muy fuerte pero en el referéndum del 21 de febrero Morales polarizó demasiado y trató de dividir drásticamente al país. Después de la derrota, los nuevos liderazgos que se desarrollen al interior del MAS tendrían que hacer lo contrario, es decir, convocar a la unidad y la posibilidad de una mayor integración nacional. Junto con el deseo de proteger la estabilidad económica y política, se encuentran las perspectivas de subsistencia democrática más allá de un caudillo.

El triunfo del No, también fue otro freno para aquellos líderes de la oposición llamados “tradicionales” porque ninguno de los opositores pudo atribuirse victoria alguna. Diferentes encuestas de opinión política demostraron que los liderazgos de Samuel Doria Medina, Jorge Quiroga o Rubén Costas, siguen siendo vistos como parte del pasado neoliberal y, en consecuencia, son resistidos por la población como alternativa de cambio. Son liderazgos que pertenecen al pasado de los pactos de gobernabilidad y está claro que no podrían competir con el MAS para volver al poder porque tampoco ofrecen otro tipo de proyecto de país. Los resultados del referendo deberán servir para que la oposición repiense sus liderazgos nacionales y plantee proyectos alternativos para enfrentar las elecciones presidenciales del año 2019.

La derrota de Morales también fue el fracaso de Álvaro García. Con la nueva Constitución de 2009, el papel político en la toma de decisiones y el rol estratégico del Vicepresidente se acrecentó. Éste influye en la política exterior y en las proyecciones hegemónicas del gobierno. Sin embargo, Álvaro García demostró ser una personalidad fuertemente antidemocrática. Debido al apretado margen de victoria entre el No y el Sí a la reelección, García trató de confundir a la población llamando a los resultados “empate técnico”, acusando a la oposición y grandes sectores de utilizar el matonaje político. Su desesperación fue muy clara pero no logró desvirtuar los resultados. Al final reconoció la derrota pero no fue capaz de renunciar a su espíritu antidemocrático.

García Linera mintió a todo el país al decir que tenía un título universitario y le fue muy difícil explicar que no era licenciado en ninguna carrera. Pudo decir la verdad desde un principio pero la retahíla de mentiras sobre el ejercicio de la cátedra universitaria sin título antes de ser Vicepresidente, le afectó bastante y restó credibilidad a sus perspectivas concentradas en reemplazar, eventualmente, al liderazgo de Evo Morales.

Actualmente, es muy temprano para imaginar a los liderazgos sucesores de Evo y García Linera, pero es tiempo de pensar que la representación política no deba sustentarse en sectores corporativos como el movimiento cocalero, las cooperativas mineras o los sectores sindicales campesinos, porque estos grupos de interés mostraron poca solvencia para darle calidad a la gestión gubernamental. Los grupos corporativos que apoyaron a Evo Morales con el pretexto de encarnar a los movimientos sociales, se embarrancaron hacia la corrupción como lo sucedido en el Fondo Indígena y, por estas razones, una renovación de liderazgos es fundamental para llegar incluso a todos los círculos del Poder Ejecutivo. Morales todavía se resiste a cambiar a varios de sus ministros de Estado que, abiertamente, han destruido los mínimos principios de gestión pública responsable.

Los movimientos sociales ya no son la base del proceso de cambio. Éstos fueron sobredimensionados como una fuerza transformadora de izquierda indianista. El ciego clientelismo, la prebenda y la compra de dirigentes, funcionaron de manera más eficaz que una verdadera convicción para obedecer a los movimientos sociales que no influyen verdaderamente en la toma de decisiones del Estado, ni en las políticas públicas. Solamente algunos dirigentes sindicales se beneficiaron con recursos públicos en forma oscura e ilegal, desprestigiando a los movimientos sociales y al discurso grandilocuente que enaltecía al poder y la refundación de un Estado indígena. La rearticulación de los movimientos sociales en función de otro proyecto político, dependerá de los liderazgos de oposición y de las dinámicas políticas que son impredecibles como la debacle de Morales en el referendo del 21 de febrero.

Las federaciones cocaleras del Trópico de Cochabamba, organizaciones sindicales de plena economía de mercado vinculadas al circuito coca-cocaína de Bolivia, continúan presionando para forzar la reelección de Evo Morales. Saben que se oponen ilegalmente a los resultados de un referendo democrático pero no les importa. Si Morales utiliza instrumentalmente a estos sindicatos y otros para burlarse de los resultados del 21 de febrero, habrá iniciado un proceso de desestabilización solamente por egocentrismo, favoreciendo la construcción de una autoimagen autoritaria y errática que legitimará los peores temores del país: Bolivia como víctima de un retroceso donde el Estado se va convirtiendo en una mafia organizada. Su defensa de los pueblos indígenas, del Estado Plurinacional y la democracia como revolución cultural, sólo habrá sido una pose que la historia registrará como el peor engaño en contra las expectativas de los que más sufren.

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