CUANDO muere un partido político por lo general nadie comete un suicidio. Sin embargo,
la desaparición de una agrupación política constituye una mala noticia para
cualquier sistema democrático y, al mismo tiempo, representa una llamada de
atención para todos aquellos que suponen que la organización para actuar en las
lides políticas es una tarea noble o un desafío para el liderazgo. Bolivia está
cambiando enormemente en diferentes aspectos pero lo que se resiste a cambiar
es el sistema de partidos. Éste se encuentra en una decadencia definitiva,
tanto en la conformación de frentes electorales, como en el ámbito de su
institucionalidad interna.
Un
caso lamentable es la desaparición del Movimiento Sin Miedo (MSM). Este partido
no tuvo una consistencia ideológica que sustente efectivamente una nueva
propuesta de izquierda transformadora. Si bien expresó sus principales críticas
en contra de la economía de mercado y las consecuencias negativas de lo que el
MSM calificó como una "partidocracia irresponsable” en el sistema
democrático, tampoco mostró un liderazgo que lo identifique con una perspectiva
política novedosa junto a una sólida legitimidad con bases sociales
policlasistas.
Existieron
tres grandes tendencias históricas al interior del MSM que caracterizaron su
funcionamiento interno y posterior fracaso en las elecciones presidenciales de
2014, que desembocó en su desvanecimiento. Primero: un constante pragmatismo
electoral de corto plazo, asociado a visiones ideológicas o políticas
dicotómicas simplistas: nosotros versus la partidocracia excluyente y corrupta;
la ética del nuevo movimiento en contra del neoliberalismo empobrecedor y
antidemocrático. Sin embargo, en la ideología del MSM está diluida la
diferencia cualitativa de interpelación de izquierda, pues dejó de plantearse
otro tipo de utopías de cambio social y revolución política.
El
discurso del MSM se quedó únicamente con las denuncias, aunque esto le sirvió
bastante para generar un buen impacto en las campañas municipales, donde se
reprochaba la inestabilidad, descomposición e ineficiencia en la Alcaldía. Este
discurso fue explotado en el momento de preservar un buen caudal electoral
dentro del poder local de La Paz.
Segundo:
en la administración municipal (2000-2016), el MSM llevó adelante un profesionalismo
tecnocrático carente de orientación y formación política, pues se buscaban
resultados inmediatos, según los parámetros burocráticos y formales que eran el
alimento preferido para algunos decisores políticos, quienes intentan
promocionar sus carreras personales y una buena imagen ante los medios de
comunicación. El propósito principal era hacer obras a como dé lugar. Este
rasgo, se encuentra inclusive en Juan del Granado, un líder que confiaba mucho,
no tanto en las posiciones ideológicas, sino en la eficacia práctica y en los
efectos impresionables que podían transmitirse por la televisión. De esta
manera, se postergaron constantemente las necesidades de una mejor organización
partidaria, junto a una capacidad institucional para romper el cerco electoral
que se había construido en torno al municipio paceño.
Tercero:
el desgaste de energías dentro de la burocracia municipal se unió a una
confusión en el plano de las ideas de transformación socio-política después de
la crisis nacional de octubre de 2003 con el derrumbe del expresidente Gonzalo
Sánchez de Lozada. Las estrategias del MSM siguieron pragmáticamente la
coyuntura nacional inestable y de ahí sus dudas iniciales en apoyar un
"frente de alcaldes” para las presidenciales de 2005. Cuando esta
posibilidad no prosperó, el MSM recién apuntó hacia otro rumbo, dejándose
absorber finalmente dentro del MAS entre 2006 y 2010.
La
ideología de izquierda fue un fenómeno aparente y sirvió para consolidar
históricamente a un caudillo como Juan del Granado que apostó siempre a su
visión personalista, tanto en las estrategias políticas como en el
decisionismo. La élite dirigente estaba consciente de que las bases sociales
del MSM eran leales mientras se administraba la alcaldía paceña con
superficiales criterios de gerencia moderna, pero sin ideología y con un énfasis
políticamente clientelar.
El
MSM fue un partido altamente caudillista, institucional sólo en lo formal, cuya
militancia se recluyó en la alcaldía, lugar donde sufrió una metástasis al ser
incapaz de incorporar nueva gente. Desapareció sin pena ni gloria porque nunca
tuvo una estrategia de poder y expansión nacional con la posibilidad de ir más
allá de un gobierno municipal que les otorgó influencia, dinero, prestigio,
pero únicamente en términos paceños.
No tuvo una identidad definida y un mensaje claro para las presidenciales de 2014. La estrategia electoral no supo qué espacio quería disputarle al MAS, de manera que el esfuerzo por mostrar al MSM como la izquierda democrática frente al autoritarismo de Evo Morales fue totalmente estéril.
No tuvo una identidad definida y un mensaje claro para las presidenciales de 2014. La estrategia electoral no supo qué espacio quería disputarle al MAS, de manera que el esfuerzo por mostrar al MSM como la izquierda democrática frente al autoritarismo de Evo Morales fue totalmente estéril.
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