FACEBOOK O EL CHISTE COMO REBELIÓN



El chiste político constituye uno de los objetos de estudio más llamativos e interesantes, no sólo por representar una de las formas del discurso social, que más fácilmente se desplaza en diferentes contextos y clases sociales, sino también por los usos que se hace del humor como una forma de crítica hacia el orden establecido, como un recurso que la sociedad civil puede utilizar para condenar al poder y sus prácticas políticas estúpidas, convirtiéndose en un instrumento de deslegitimación para develar lo que se esconde por detrás de la fachada que asumen los políticos y los guardianes del culto a lo definitivo y a las evidencias tradicionales reconocidas.

Los chistes difundidos por las redes sociales, como Facebook, son una verdadera subversión. Tratar de evitar, restringir o desconectar las redes de internet es tonto e imposible, motivo por el cual es mejor morirse a carcajadas, porque la mofa en contra de los supuestamente poderosos es algo reconfortante. El chiste es un escupitajo en el ojo de los maquiavélicos y abusivos del poder.

El humor y las expresiones grotescas son, sin duda, las formas primarias que adoptan aquellos discursos que buscan denunciar las contradicciones de la democracia. Su finalidad no es otra que la subversión de la palabra por la palabra, ligada al placer de reírse libremente sin sentirse culpable, y a esto han contribuido mucho Twitter, Facebook e Instagram. El humor es capaz de crear distintos espacios verbales para la rebelión ante las autoridades endebles y la risa es una oportunidad para el escepticismo que desnuda la mentira en política.

Resulta hermoso escuchar o presenciar espectáculos en los que  las más altas magistraturas del país son puestas en ridículo con chistes criollos, nacidos en las calles y, posteriormente, refinados para un show que se expande como reguero de pólvora a través de Facebook.

Los chistes tienen una difusión inimaginable y por eso nunca serán acallados por el totalitarismo o los bravucones. Si el espectáculo tiene periodicidad, entonces los chistes son cada vez mejor trabajados y las producciones de humor hacer reír sin parar. Y se ríen de aquello que perturba a nuestra sociedad, neutralizando así los efectos perversos de la política y de ciertas situaciones de la vida cotidiana, pues el chiste reduce la importancia de los hechos colocándolos en un plano prosaico.

Nuestra sociedad está fuertemente politizada porque las decisiones que toman los más poderosos tienen un impacto directo en el orden económico, social y cultural. La reacción del ciudadano frente al poder da lugar a una confrontación desigual, pues mientras los políticos controlan los instrumentos político-jurídicos (los recursos del poder), incluida la capacidad para definir lo que es aceptable o tolerable, imponiendo su propio proyecto, los ciudadanos sólo tienen al humor para defenderse de los excesos de la política, ridiculizando a los poderosos y, además, poniendo en duda todo lo que se considera evidente.

Desde este punto de vista, los chistes y las campañas de desprestigio en contra de un presidente y sus aprovechadores palaciegos realmente los derrotan al utilizar sistemáticamente el desprecio de la mofa vía Facebook.

El buen humor político, es decir, aquel que expresa la realidad sin cortapisas, es un verdadero instrumento para enviar mensajes al falso liderazgo sobre cuestiones molestas a través de la parodia. Es aquí donde radica la fuerza de los espacios públicos abiertos por el chiste y Facebook, pues se constata que la sociedad va creando sus propios medios para enviar mensajes, sobre todo aquellos que buscan denunciar cómo el poder hiere a la ciudadanía en desmedro de la democracia.

El chiste se revela como una mordedura crítica, pues desmiente el doble discurso poniendo en evidencia la naturaleza perversa y mentirosa de los que creen ser insustituibles y omnipotentes.

La ciudadanía siempre critica a los líderes políticos y a los partidos. Esto es así porque el sistema político todavía no logró desarrollar canales efectivos de comunicación con la sociedad; sin embargo, ¿puede considerarse al chiste y humor políticos como alternativa de comunicación y análisis de la democracia? Así es, el poder y sus titulares se encuentran inermes ante la arremetida de la mofa, de la crítica que asume los ropajes de un bufón, personaje despreciable y degradante para muchos, pero que también se convierte en la presencia de aquel antihéroe imprescindible para desconfiar frente a toda ideología, manifestando un nuevo tipo de actitud política vigilante. ¡Facebook for ever!

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