INDIANISMO, DESCOLONIZACIÓN Y DEMOCRACIA



El indianismo y la teoría de la colonialidad constituyen aportes importantes para el análisis histórico de la dominación en América Latina, así como para el desarrollo de alternativas políticas que apoyan estrategias y acciones en pro de la igualdad de oportunidades; sin embargo, también es vital identificar sus deficiencias y limitaciones, con el fin de aclarar el estatus razonable de varias proposiciones teóricas. ¿El indianismo dialoga críticamente con sus propios postulados, hasta asumir sus contradicciones? ¿La descolonización está apta para incorporar los aportes y proyecciones futuras de la teoría de la democracia?
La teoría indianista tiene un autor bastante apasionado en Fausto Reinaga (1906-1994), quien solía afirmar que “el único pueblo que mantiene la continuidad de la memoria colectiva en el continente [norte y sudamericano] es el indio. De Canadá a la Patagonia, América es india. El indio, no sólo que es mayoría humana, sino que es pensamiento. Y el pensamiento indio no sale de una mitología, como el pensamiento griego: que es el Olimpo en perpetuo carnaval”. Para Reinaga, el “hombre es tierra que piensa”, con lo cual reivindicaba las raíces epistemológicas de un saber y conocimientos auténticamente indios, resaltando un nuevo tipo de equilibrio entre el hecho de pensar, el valor de la naturaleza y un retorno al Tawantinsuyu inca del área andina latinoamericana.
El revalorizar las bases sociales, políticas, culturales y cosmogónicas de los pueblos indígenas – aymaras y quechuas sobre todo – se convirtió en un aporte democrático a la contemporaneidad; sin embargo, Reinaga, rechazó el marxismo y otras teorías revolucionarias porque aseguraba que los indios no debían esperar ningún Lenin, sino ejecutar ellos mismos una revolución para erradicar la discriminación, ajusticiando a los blancos y mestizos de Bolivia o Perú que odiaban las raíces indígenas durante y después de la colonia española. Reinaga nunca incorporó al marxismo como alternativa revolucionaria, ni tampoco a la democracia como régimen político porque representaban productos neocoloniales que distorsionaban la mentalidad de mundo amáutico.
El momento incómodo surgió cuando Reinaga defendió públicamente la dictadura de las fuerzas armadas en Bolivia durante 1981. ¿Es la dictadura del pensamiento amáutico (filosofía indianista), la respuesta para derrotar la colonialidad del poder occidental, blanco, discriminador e imperialista? La fuerza crítica del indianismo y la teoría de la colonialidad, enfatizan demasiado los patrones raciales de mutua agresión entre los dominadores que practican la segregación y los colonizados, especialmente indígenas, donde sería justa una revancha histórica para revertir la dominación. Toda revancha implica infligir un similar sufrimiento en el objeto de ajusticiamiento; es decir, destruir y odiar permanentemente aquello que viene de Occidente, menospreciando sin rumbo la modernidad y el capitalismo, identificado con las élites blanco-mestizas.
Una alternativa más pacífica consiste en la convergencia de las historias indígenas, los diseños globales del capitalismo transnacional y la generación de una nueva forma de conocimiento reconciliador, definido por Walter D. Mignolo como “epistemología de fronteras”, donde no sea posible imponer ningún tipo de conocimiento experto neocolonial, sino abrirse a otras formas de cosmovisión, entendimiento y rescate de lo propio en el mundo indígena.
Esto representaría el nacimiento de puentes unificadores entre la descolonización y la teoría democrática, entendida como estrategias pluralistas para negar los excesos del poder, ejerciendo un “cosmopolitismo multicultural”. Así nadie monopolizará el saber, sino que brotarán opciones libres mediante elecciones pacíficas y resistencias a cualquier tipo de autoritarismo con inclinaciones hacia un partido único.

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